martes, 21 de abril de 2015

La fuente inagotable. Una semblanza del trabajo con los niños en una escuela con pedagogía Waldorf.


Muchas veces durante el ejercicio de su profesión un maestro waldorf debe escribir para  sus alumnos, al final de cada año lectivo una crónica escolar del año de enseñanzas trascurrido.

Del comportamiento casi ni se habla, pero sí de su actuación social, con sus compañeros, con sus maestros, ya sea en el aula o en las pausas, en tarea o en ocio e inspiración.
Sí, se escribe sobre sus logros y de la esperanza  para su sana evolución, dónde ha tenido dificultades y cuales ha superado con creces, qué se espera de él en el próximo año, dónde está su fuerte.
Dónde sus padres pueden guiarle en el verano, durante el receso escolar, a que desenvuelva más ciertas habilidades, por ejemplo la huerta en casa, un cantero en el jardín o hierbas aromáticas para la cocina. Tal vez una tarea de carpintería o de labores aún por terminar...

Recuerdo la alegría de un niño,  hijo único de una colega, que venía con las alas de su guardapolvo volando por los aires y su boletín en la mano y no por sus calificaciones, sino por la crónica que realizó para él su maestra de primer grado. 
Además allí estaba escrita esa poesía  que  le acompañará durante el año siguiente, el segundo grado, la cual ya quería aprender junto a su madre.
Tan contento venía que no pude dejar de expresar:¿Me la dejas ver?   El niño alegre extendía hacia mi su boletín, inmediatamente escuché:  Ah! No, no, la mamá es la primera que tiene que verlo .  Y rápidamente mi compañera de aquellos días escolares se hizo con el boletín y también dueña de la escena.

Aún hoy siento la tristeza interior que me produjeron sus palabras y las tomé en serio para toda la vida, nunca más pregunté a un niño por su crónica...
Y si alguna vez alguno de los tantos niños de la escuela  Rudolf Steiner de Florida, me recitaba su poesía anual estaba muy agradecida, de su alegría de expresarse, sabiendo interiormente cual es el valor educativo pedagógico que poseen esas palabras recitadas. Nunca más cometí el error de querer saber antes que su mamá...

Y Mariana Leunda ha escrito  y además sus compañeros han recopilado sus poesías en el año 2003  bajo el nombre "Una fuente inagotable". Versos, rimas y poesías que nacen del trabajo con los niños en una escuela con pedagogía Waldorf, que comienza con un Agradecimiento especial: Quisiera agradecer a las personas de la Escuela Perito Moreno, padres, maestros y amigos, que generosamente me ofrecieron esta edición especial de las poesías y que trabajaron conmigo en forma desinteresada para que se hiciera posible. Mariana Leunda.

Todo esto vino a mi memoria cuando después de mucho tiempo volví a leer esta poesía de Jorge Luis Borges:

El Ángel

Que el hombre no sea indigno del Ángel 
cuya espada lo guarda
 
desde que lo engendró aquel Amor
 
que mueve el sol y las estrellas
 
hasta el Último Día en que retumbe
 
el trueno en la trompeta.
 
Que no lo arrastre a rojos lupanares
 
ni a los palacios que erigió la soberbia
 
ni a las tabernas insensatas.
 
Que no se rebaje a la súplica
 
ni al oprobio del llanto
 
ni a la fabulosa esperanza
 
ni a las pequeñas magias del miedo
 
ni al simulacro del histrión:
 
el Otro lo mira.
 
Que recuerde que nunca estará solo.
 
En el público día o en la sombra
 
el incesante espejo lo atestigua:
 
que no macule su cristal una lágrima.
 
Señor, que al cabo de mis días en la Tierra
 
yo no deshonre al Ángel.
 

Jorge Luis Borges 

Así expresó el eximio poeta su propia vivencia, su deseo en oración, al igual que los maestros que escriben la crónica anual y además prospectiva para sus alumnos.




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