lunes, 16 de enero de 2017

Al Justo le llueve en la tumba.

Al Justo le llueve en la tumba

Un escritor está o estaba recopilando historias de colimbas y lo leí en el “Dr.Google”, como yo lo llamo, buscando Anécdotas Pampeanas, de donde copié Batuque. Y ahora hoy leí “El Bobby”- Al mirar por segunda vez no encontré más al escritor pero si  Contame una historia- Adultos Mayores UNR, lástima que no había un correo-e para enviarle la historia que vino a mi memoria.

Y recordé un relato. Marcos Schneider,  + en 2014 a la edad de 89 años, uno de los dueños y gerente ejecutivo de Fanacoa S.A. hasta su venta, fundador junto con su esposa de Hausbrot. S.A., un antropósofo de ley pues nació en un familia que estuvo en Dornach, Suiza,  en la  Asamblea de Navidad.  Donde en el Goetheanum,  Rudolf Steiner habló de la Escuela superior libre para la Ciencia Espiritual, de la Sección Pedagógica, de la Sección Medicina, donde salud, prevención y alimentación eran y serían temas principales. Y bajo alimentación el pan cotidiano. HausBrot, el pan casero, la casa de pan.

Marcos nos relató una anécdota de su época del servicio militar. La así llamada “colimba” en Argentina. “Le tocó” como se decía entonces,  caballería y así aprendió, aparte de saber navegar, el cuidado de “su” caballo dentro  del Grupo de demostración de las habilidades de los Jinetes de la Milicia, asentados en Rosario, o en Santa Fe, el lugar se fue de mi memoria.

 Sé que Marcos era hábil con su cuerpo, ágil y flexible aún en edad avanzada, y lo puedo imaginar en las fiestas camperas donde se demostraban los diferentes saltos y piruetas sobre la montura, parados sobre ella y el bravo animal cabalgado, al trote y al galope.  Le gustó mucho haber aprendido y logró hacerlo bien, fue una época feliz, se escuchaba en sus palabras esa felicidad.

Tal vez, si no erré en la cuenta, corría el año 1945, yo recién tenía cuatro años y no lo conocía en aquel entonces, salvo que sabía que una  “ucaraínka” , paisana de mi madre y posteriormente madrina de mi hermano, la señora Bárbara,” Varbarka”,  quién a veces nos visitaba de regreso de su trabajo y nos traía un riquísimo Jugo de frambuesas que se hacía en Fanacoa, donde ella hacía diariamente su tarea, ya sea en la fábrica o en la casa paterna de Marcos. En aquel entonces  la dirección de la fábrica  era  Pasteur 794, en la localidad de Martínez, en Buenos Aires, solamente a  10, 11 cuadras de la casa de mis padres.

El recuerdo de Marcos en su relato era melancólico y alegre a la vez, veraz y profundo. Creo que dejó una marca indeleble en él y aún en su larga vida con muchas otras anécdotas,  recordó en esa ocasión el hecho.

Hacía días que llovía, asentados en carpas y con todos los caballos a la intemperie, los colimbas quisieron hacer lo correcto y ataron a los animales bajo los árboles en ronda todos con la misma cadena, pensaron que estarían protegidos del aguacero,  por lo menos en gran parte bajo el ramaje.

La lluvia se convirtió en tormenta eléctrica, relámpagos y truenos asediaban y cada campesino sabe que resguardarse bajo los árboles es peligroso, pero estos muchachos citadinos de veinte años, sólo pensaron en la mojadura, hacía un par de días que llovía y llovía, no pensaron en la caída de un rayo, tampoco sus superiores.

 Y hay aprendizajes duros, el rayo efectivamente cayó en la arboleda y sobre la gruesa cadena.

Ni una cabalgadura quedó viva. Y todos tuvieron que cavar bajo la lluvia, cada quien hizo su propio  funeral, cada  uno cavó la tumba de su apreciado animal. Y junto con la lluvia el alma no se lavaba, no se aliviaba. Marcos recordaba la tarea en el lodo pues  “el campo tenía que quedar en orden” según las palabras del cabo primero, “sin cruces y sin montículos”. Y un caballo tiene un gran tamaño y así tuvieron que cavar, algunos colimbas toda la noche.

Bien se dice en idioma alemán  Dem Gerechten regnet es im Grab.   Al Justo le llueve en la tumba y así ocurrió con estos fieles corceles adiestrados con su joven jinete para la muestra de habilidades sobre la montura y al galope.


La Loma, 16 de Enero de 2017.

Tatiana Schneider

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