lunes, 16 de enero de 2017

Amaryllis belladonna

Amaryllis belladona

Verano. Camino a la playa, hacia el sur de la provincia por la ruta de la costa de Buenos Aires, hay una tranquera  y un alambrado de púas como buena entrada de una antigua estancia que llega con su terreno hasta el mar. Con qué gusto he pasado por allí todos los años cuando Wolfram conducía hacia nuestras vacaciones. A Valeria del Mar, nosotros decíamos al Nitra, tranquilo amplio cercano a la playa, poco para caminar y ya ver la arena, las olas y el amplio azul, tan igual en el horizonte, donde no se sabe donde comienza el cielo. Y allí está azul seda.
 O hacia Ostende, todavía un antiguo hotel renovado  y hoy con un restaurante en la propia playa. Ambas playas tranquilas después de las dunas y amplias y largas para caminar hasta Villa Gesell, o Cariló. Si  a uno le da el gusto, con buen sombrero de ala ancha para “no pelarse” la nariz por el sol ardiente. También sin olvidar la camisa de mangas largas y un pantalón liviano pues las pantorrillas pueden sufrir como la nariz.
Hemos visto en todos estos años. Cincuenta y tantos, crecer las playas, los hoteles, los pueblos  con gente que se ha asentado allí,  tienen trabajo y construyen sus casas. En el verano van a vivir “al fondo” y adelante su propia casa, la alquilan. Con ese extra pintan, agregan otra habitación, hermosean el  fondo, para estar más cómodos el próximo verano.
Pero yo quería hablar de la tranquera, le pedía a Wolfram que pase lento, pera ver  junto a los alambrados las bellas hileras de Amaryllis belladonna y hasta nos dijimos la próxima vez que vengamos no tenemos que olvidarnos de una palita.
Ayer y ya antes ayer han comenzado a florecer  en nuestro jardín, parecen crecer por minutos cuando ha llovido y aprieta el calor, los bulbos pelados dejan paso a un tallo y sobre el tallo se abre la belleza. Cuantas veces recuerdo al Ángel de la Anunciación cuando las veo enhiestas y me sorprenden sus muchas flores rosadas mirando al frente, en nuestro jardín y en nuestra huerta mirando al Norte, hacia el calor...


 Ahora solo tenéis que hacer uso de vuestra  propia imagen:  la tanquera  a vuestro gusto, de madera, de hierro, o simplemente vieja tranquera de marco y alambre, ancha para dejar paso a un camión cargado de animales, el alambrado a los dos lados de ella y solo esos tallos llenos de flores rosadas a lo largo de los alambres, nada verde salvo un poco el suelo, pues allí hay bastante arena por doquier o es como este suelo que veis aquí de piedrillas o de conchillas traída de la cercana costa.


El patio de la escuela  Waldorf San Miguel Arcángel , aquí en Villa Adelina y no muy lejos de mi casa, es blanquecino , está lleno de conchillas ya en partes muy molidas  por las corridas de tantos niños. Cada vez que voy a presenciar una obra de teatro, un concierto, el coro de la escuela , o “La flauta mágica” de Mozart representada y cantada por los niños y por el coro de los padres, cuando  camino por ese patio, tengo presente las Amaryllis belladona, que están allá en la estancia cuyo terreno llega al mar, mientras aquí están las conchillas que vienen de allá, de aquellas las playas del sur de Buenos Aires mas allá del estuario del río Samboronbón., que desagua en el mar. en realidad en el Océano Atlántico aún sobre la plataforma submaria de la República Argentina.

La Loma, al anocher,  16 de enero 2017
Nina Czerni

1 comentario:

  1. Me encanta esa flor, yo la veia cuando ibamos a Uruguay a la vera de la ruta, y tbm con la intensión de llevarme algún bulbo de recuerdo.

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