lunes, 8 de abril de 2019

Un reto para pedagogos, médicos y padres por Christof Wiechert



  "Meditación y Formación de Comunidad"

Christof Wiechert hablando en la Escuela Waldorf England

- Un reto para pedagogos, médicos y padres

Existen tres áreas en los que hoy en día el hombre necesita estímulos para su vida interior meditativa: Para el camino interior personal, para la profundización esotérica de la vida profesional cotidiana y para la conexión con los sucesos de su época, es decir, con la humanidad toda a la que pertenecemos. Si en uno de esos tres dominios no logramos encontrar cierta armonía tanto interior como frente a lo que la vida nos depara, en algún momento se originará una enfermedad o la consecuencia será una resignación y un decaimiento más o menos marcados.
No es de extrañar entonces que en ocasión de fundar la Escuela Waldorf, Rudolf Steiner no sólo haya enseñado la instrumentación metódica y didáctica correspondiente, sino que también encarara una fundación puramente espiritual de esa escuela. Rudolf Steiner impulsó la fundación de una comunidad de docentes que colaborara en bien de los alumnos y de la escuela en su totalidad. Rudolf Steiner brindó una imagen, una imaginación conductora. Caroline von Heydebrand describe en su diario la entrega de esa imaginación de la siguiente manera:
El día 9 de Septiembre a las 9 horas, el Dr. Steiner reúne a los primeros maestros Waldorf. Los invita a no olvidarse de la forma de trabajar de acuerdo con sus indicaciones. Esto significa trabajar teniendo siempre en cuenta la realidad del mundo espiritual. Rudolf Steiner dijo más o menos lo siguiente: A la noche después de vuestra meditación, rogad a los ángeles, a los arcángeles y a los arqueos que os ayuden en vuestra tarea del día siguiente.
A la mañana después de la meditación, os podráis sentir unidos con los espíritus de la tercera jerarquía. Rudolf Steiner caminó hacia el otro lado de la mesa, dio la mano a cada uno acompañando ese gesto con una mirada larga y conmovedora por su seriedad.
Walter Johannes Stein escribe en su diario la siguiente escueta nota: A las 9 horas, reunión. Dr. Steiner nos pide, mediante un apretón de manos, prometerle trabajar en común según sus indicaciones: a la noche, antes de la meditación, rogar a los ángeles, arcángeles y arqueos que nos ayuden en nuestra tarea del día siguiente. A la mañana, después de la meditación, sentirnos unidos a ellos.
Esto tuvo lugar previamente al primer día de clase después de haber dado Rudolf Steiner las conferencias sobre la Antropología General, El Estudio del Hombre como base de la Pedagogía, sobre el aspecto metódico – didáctico y sobre el plan de estudios y las deliberaciones seminarísticas.
Estas breves notas son conocidas bajo el término “promesa”. Imaginémonos la poderosa seriedad que la misma generó. Este hecho deja en claro que aquí no se trata de un suceso recordatorio que quizás se renueva una vez al año al iniciarse las clases, sino de un diario empeño por lograr una unión con la tercera jerarquía. Vemos aquí que Rudolf Steiner esperaba que los maestros llevaran una vida meditativa. Esto lo
señalan sus palabras: “...antes y después de vuestra meditación”. Este hecho cobra más importancia aún si consideramos que en el momento de origen de la escuela Waldorf las llamadas meditaciones para maestros, es decir, las meditaciones profesionales, todavía no habían sido dadas (ver pág. 112ff.).
La conferencia introductoria de la Antropología General, El estudio del Hombre como base de la pedagogía, contiene actualmente la información (en aquel entonces sin la versión taquigráfica) acerca de los efectos de la tercera jerarquía sobre el maestro cuando éste trata de acercarse a dicha jerarquía:
Detrás de cada uno de nosotros se halla un ángel posando suavemente sus manos sobre cada cabeza; este ángel os da la fuerza que necesitáis.
Por encima de vuestras cabezas flota la ronda de los arcángeles. Ellos llevan del uno al otro lo que uno debe dar al otro. Ellos unen vuestras almas. Ello producirá el valor que necesitáis.(Los arcángeles forman de ese ánimo un cáliz).
La luz de la sabiduría nos la donan los sublimes seres de los arqueos que no se cierran en una ronda sino que se manifiestan procediendo de los prístinos orígenes y desapareciendo en las remotas lejanías. Ellos sólo entran en este recinto cual una forma de gota. (Dentro de ese cáliz de ánimo el arqueo actuante deja caer una gota de la luz de la época).86
Tenemos delante de nosotros una imagen para ser meditada. ¿Qué significa esta imagen? Ella quiere estimularnos a vivenciar que no nos hallamos solos en esta manera tan nueva de introducir al niño, al ser humano en formación, en el mundo. Si tratamos de transformar esta imagen en una realidad interior, entonces nos ayudarán fuerzas desde el mundo espiritual del cual los niños proceden. Fuerza, ánimo y luz interior se transformarán en fuerzas anímicas que nos darán fortaleza.
86 Rudolf Steiner: Antropología General. El Estudio del hombre como base de la Pedagogía. Obras completas GA 293. Dornach 91993, pág. 217.
¿Qué significan fuerza, ánimo y luz de la sabiduría para la profesión del pedagogo? ¿Dónde hacen falta esas virtudes? ¿De qué manera podemos vivenciar que son justamente ésas las cualidades necesarias en esta profesión?
La referencia a la fuerza nos lleva a la situación actual de la pedagogía. Nos damos cuenta de que la cuestión de las fuerzas vitales en general y de las fuerzas vitales para la actividad docente en particular es una cuestión actual. Se producen carencias allí donde no existen suficientes fuerzas para dominar la vida y la profesión. Es una característica de la antroposofía que ella no busque en lo físico el incremento de las fuerzas físicas sino en la región en que “moran” las fuerzas: En lo etéreo. Las fuerzas vitales son renovadas cuando el hombre se dirige hacia lo etéreo. La meditación es el camino que conduce a esa meta. Aquí rige la ley espiritual: En primer término hay que dar fuerza (a la meditación) para luego
recibir fuerza. Aquí es necesario superar la primera valla hacia la vida meditativa que puede brindarnos fuerza, firmeza y dirección y que significa el comienzo de una autoejercitación.
La decisión de hacer la prueba y de transitar un camino meditativo no es difícil. Uno puede proponerse, por ejemplo, dejar actuar sobre sí mismo el texto de la meditación conjunta más arriba descripta o una de las dos meditaciones de R. Steiner para maestros (ver pág. 113) esto puede hacerse una vez por día (por lo general se presta bien el atardecer). Se buscará un momento tranquilo, a solas, para leer el texto elegido en voz baja con la mayor concentración y dicción clara. Experimentamos entonces que asociaciones de pensamientos nos “molestan” interiormente irrumpiendo como de manera automática en nuestras representaciones interiores. Se podrá volver a hacer la prueba ajustando los pensamientos aún más al texto de la meditación. Según la predisposición de cada uno se notará que todavía no se logra hacerlo correctamente. Pero el haberlo intentado ya produce sus efectos.
La segunda dificultad se presenta cuando se ha logrado comenzar con la meditación. Aquí se trata de la fidelidad para con uno mismo. Por propia decisión se ha comenzado. ¡Nadie tendría el derecho de exigirlo de uno! Ninguna reunión de maestros podría “ordenarlo”. No se gana ningún “vale” en cuanto a reconocimiento exterior. Se trata de una decisión de un acto totalmente libre nacido del amor por el objeto mismo. Incluso se podría dejar de hacerlo; nada cambiaría exteriormente; nadie lo notará.
A través de esa libertad interior en la que nadie nos obliga a algo, es puesta a prueba la lealtad hacia una decisión tomada. En esta situación nos encontramos enfrentando las propias fuerzas volitivas disponibles. Si no estamos acostumbrados a emplear la voluntad en un campo libre de exigencias causales, necesitaremos un esfuerzo adicional para mantener la decisión tomada. Dicho brevemente: La posibilidad de quedar estancado delante de esta valla reconociendo con vergüenza haber renunciado a la meditación sin darse cuenta, no es insignificante. Significa una ayuda reducir al comienzo el tiempo para la meditación. Si esto se logra, podrá alargarse paulatinamente el tiempo para la misma.
La meta debería ser el hacer de la meditación una costumbre, un hábito, una costumbre anhelada porque se ha llegado a quererla igual que el encuentro con un amigo. Si esto se ha logrado, los efectos de esa meditación se presentarán tarde o temprano. Rudolf Steiner indica que por lo general los efectos aparecen con bastante rapidez, mas no estamos acostumbrados a prestarles atención. Es igual que cuando pescamos: De vez en cuando hay que levantar la red para ver lo que en ella se encuentra.
Nos animamos aquí a señalar algo de esos efectos; así podrá verse lo que quedó prendido de la red de las experiencias. Uno de los primeros efectos es bien común: Se constata una cierta satisfacción frente al hecho de haber decidido exclusivamente para sí mismo algo que se podrá mantener. Se notará, además, encontrarse en mejores condiciones frente a la vida despierta; se está más “presente”. Esta capacidad puede aumentar y puede surtir el efecto de por ejemplo estar en determinado lugar en el momento oportuno para hacer algo que antes no se había pensado. Es como si alguien nos haya guiado hacia el lugar que nos correspondía en ese momento. Algunas cosas sorpresivamente “encajan”. Es importante volverse consciente de esos pequeños “milagros” cotidianos. Se notará que no pasa un día sin que se haya producido semejante “milagro” mayor o menor, es como un tenue indicio de que el ejercitante vive con las fuerzas del más allá.87 También es posible experimentar que las sensaciones, estimuladas por las percepciones del día, se intensifican notablemente. Todo lo que actúa sobre nosotros en el ámbito de pensar, sentir y querer, puede volverse más intenso.88
87 Steiner, Rudolf: La muerte como transformación de la vida. Zürich, 16.10.1918: ¿Cómo encuentro yo a Cristo? Obras completas GA 182. Dornach 41996.
88 Este efecto puede experimentar un refuerzo a través de los ejercicios correpondientes de “Cómo se alcanza conocimiento de los mundos superiores”, Obras completas GA 10, y la continuación en “Gradas del conocimiento elevado”, Obras completas GA 12.
Acotemos además que también la vida onírica puede modificarse. Uno se dará cuenta más rápidamente si un sueño es la consecuencia del almuerzo del día que pasó o si algo significativo quiere manifestarse en este sueño.
El don que compenetra la comunidad de maestros cuando se habla del “ánimo que necesitáis” nos puede parecer misterioso. ¿Cuándo y cómo necesitamos ánimo y valor para la profesión docente? Al final de la Antropología General, el Estudio del Hombre como base de la Pedagogía, Rudolf Steiner habla sobre el “valor para la verdad”, luego de haber dado a sus oyentes el ánimo para activar la fuerza de la fantasía, de la inventiva. ¿Será que Rudolf Steiner señale aquí las verdades que constituyen el fundamento de la realidad visible? ¿Señala las verdades que se hallan cerca de las fuentes? ¿O se trata del valor que una y otra vez necesitamos para salir airosos ante un “grado difícil” o para afrontar una delicada reunión de padres o una conversación desagradable? Si nos hemos entregado a estas preguntas, se formará una especie de abismo. No se sabe cómo acercarse “a las fuentes” de la verdad y cómo superar el “encuentro difícil”.
A veces inclusive comenzamos a dudar de nosotros mismos. ¿Soy realmente apto para esta profesión? No se me ocurre nada, ¿Cómo habré de hacerlo? Ahora se genera la cuestión del ánimo. ¿Atravieso esta hondonada (con un resultado incierto) o abandono este proceso y actúo tal como mi colega me aconsejó o me valgo de un método cien por cien seguro? Podemos pensar aquí en el ánimo que el artista necesita para soportar la “fiebre de candilejas”. Cuanto mayor sea su arte, tanto mayor será esa “fiebre” que, tal como sabemos, puede llegar a la desesperación. El artista de la educación se halla a merced de ese proceso, si bien en menor medida. A veces con total presencia de ánimo – a veces hacemos acto de balance sobre la cuerda. Quizás también con cierto humor nos demos cuenta de que en las escuelas Waldorf lo correcto casi nunca es lo habitual. Es bien sabido que se debe nadar contra la corriente para llegar a las fuentes; para ello se necesita el valor para el conocimiento.
¿Por qué aquí – en contraste con la pregunta por el origen de la fuerza – no se trata de un camino individual sino de un camino que conduce a través de las almas de la comunidad de los docentes? ¿Cómo hemos de entenderlo? En el círculo del cuerpo docente es plasmado el “cáliz del ánimo”, aquel recipiente, aquel cáliz, aquel cuenco, formado por la sustancia de las cualidades de su trabajo que los maestros llevan al seno de la escuela. Esta percepción crea ánimo. Como consecuencia de esa percepción cada uno se siente como miembro del círculo y no como individuo que casualmente actúa en ese grupo de docentes. Se vivencia la unión recíproca y se sabe que a raíz de esa unión se ha constituido una comunidad de responsabilidades en la que aptitudes pueden complementarse y debilidades, equilibrarse (ver pág. 206ff.).
Así es despejado el camino para la vivencia de que el círculo de maestros es más que la suma de las personas presentes. Este círculo es en cierto sentido la condición para el actuar de los seres que ponen la “gota de luz”, la sabia decisión a disposición del círculo de docentes. Muchos han experimentado algo así. Por ejemplo, debe llegarse a una decisión de mucho peso. Se lucha largamente para obtenerla. De pronto se despeja el camino hacia la solución. ¿De dónde viene? ¿La ha aportado alguien? En la retrospección los participantes se dan cuenta de que no fue una persona individual que pronunció la palabra salvadora. Tanto el camino como el reconocimiento fueron el fruto del diálogo, del esfuerzo mancomunado. Dediquémonos una vez más a estas tres uniones de fuerzas y observemos en primer término la fuerza propiamente dicha.
Dentro del contexto de la física se habla de energía, aunque esta palabra también sea usada en relación con el ser humano: Tengo mucha energía; alguien actúa enérgicamente. Pero también se usa la expresión: Las pilas están agotadas, hay que recargarlas. Asimismo puede escucharse el término “reabastecerse” por “reanimarse”. Es decir, en el lenguaje cotidiano la fuerza, la energía, es usada dentro del ámbito de la física. (Al igual que “curar” ya es confundido con “reparar”).
En estos usos se expresa sobre todo el aspecto físico de la energía. Pero en el habla usual las expresiones citadas se relacionan por lo general con el aspecto vivenciado de la energía o del desgaste de fuerzas. En otras palabras: ¿Qué es aquí la fuerza o la energía? Investigaciones acerca de la tolerancia física de carga del ser humano ya han demostrado hace tiempo que el punto del real agotamiento corporal (hablamos aquí de habitantes occidentales) se halla mucho más allá de lo que suponemos.Dicho de otro modo: Normalmente no suele tratarse de un real agotamiento físico89. Más cerca se halla una sensación de agotamiento. De esta manera, la cuestión del equilibrio, de la economía de fuerzas se acerca más al ámbito de lo anímico. Para entender la fuerza en el sentido de Rudolf Steiner debemos buscar en aquel lugar donde lo espiritual–anímico proporciona al cuerpo las fuerzas (ver pág. 33ff.). Esto es lo esencial y es también lo que para la pedagogía y para el autoconocimiento significa la clave para comprender la tercera conferencia de la Antropología General, el esudio del hombre como base de la pedagogía:
89 Leber, Stefan: Comentarios a las conferencias de R.Steiner sobre ‘Antropologia General como base de la pedagogía’, Tomo I. Stuttgart 2002, pág. 362.
¿Qué es, dentro de la historia de la cultura, visto en un contexto amplio, esta ley de la conservación de la energía o de la fuerza? Es el gran obstáculo que impide comprender al ser humano. Mientras se crea que jamás se forman fuerzas nuevas, no se logrará conocer la verdadera naturaleza del hombre. Pues esta verdadera naturaleza del hombre justamente se basa en el hecho de que continuamente se van formando fuerzas nuevas por medio del hombre mismo. Sin embargo, dentro del contexto en que vivimos en el mundo, el hombre es el único ser en el cual se forman fuerzas nuevas y – como veremos más adelante – incluso sustancias nuevas. Mas dado que la cosmovisión actual no está dispuesta a asimilar semejantes elementos a través de los cuales el ser humano puede ser conocido plenamente, esta cosmovisión presenta la ley de la conservación de la fuerza. Esta ley, en cierto sentido no molesta si sólo se contemplan los demás reinos de la naturaleza: El reino mineral, el reino vegetal y el reino animal, pero ella extingue todo verdadero conocimiento cuando queremos acercarnos al hombre.90
El incremento de fuerzas no es de naturaleza material sino de naturaleza espiritual – anímica. En una ocasión Rudolf Steiner lo expresó de la siguiente manera: “Quien está lleno de entusiasmo no está cansado.” Es un hecho que cada uno puede encontrar en su propia biografía. Quien realmente se entusiasma por algo, encuentra la fuerza que necesita.
Cuando buscamos aquello que brinda fuerza debemos dirigirnos a lo que despierta entusiasmo. Se trata en este caso de un entusiasmo renovable, pues no es posible vivir de manera duradera de un único entusiasmo aunque éste subsista durante cierto tiempo. Pero, ¿Dónde se hallan las fuentes de un entusiasmo renovable y duradero?
En la segunda conferencia de la Antropología General, el estudio del hombre como base de la pedagogía, Rudolf Steiner esboza el fundamento para comprender la representación (idea) y la voluntad. Este esbozo señala claramente que la actividad representativa es de naturaleza imaginativa por lo que no tiene carácter existencial. En cambio, todo lo volitivo, todo lo que es voluntad de actuar, tiene carácter existencial. A través de la acción los pensamientos en el mundo sensorio se vuelven reales. (En este hecho se basa la crítica de Rudolf Steiner acerca de la frase de Descartes “cogito, ergo sum”). La apariencia del pensamiento es llamada “subreal”, la voluntad potencial en cambio, el germen de la voluntad, aquello que quiere nacer, es llamado “suprarreal”. Podrá decirse que aquí se trata de mundos separados. Pero lo esencial, lo “real” y lo que inspira vida se halla en la unión de esos polos. En otras palabras:
Representaciones y pensamientos, ¿Pueden ellos recibir tanta vida interior como para que se genere algo así como vitalidad? ¿Podemos “vivificar” un pensamiento con tanta intensidad como para hacer desvanecer su existencia irreal y se produzca algo así como realidad?
Que esto efectivamente se puede, nos muestra el llamado idealismo. Aquí un pensamiento (el ideal) es compenetrado por nuestra fuerza de voluntad; con ello otorgamos mediante nuestra voluntad existencia al pensamiento-sombra. El ideal se transforma en fuente vibrante y en inspiración de nuestra voluntad. La palabra “amor”, por ejemplo, significa para una persona una palabra – para la otra, todo un mundo real. Lo mismo sucede con la palabra “niño” o “paz”. Estos conceptos pueden tener contenido por medio de las experiencias de nuestra vida y por medio de nuestra manera de haber luchado por la comprensión de estas palabras. Si tomamos la palabra “alma” o “espíritu”, el asunto ya se muestra más difícil. En este lugar entra en función la antroposofía. Ella nos da la posibilidad de convertir también estos pensamientos en ideales fervorosos que acogen la voluntad y que impulsan fuerza y realidad. Con ello, en el ámbito del pensar se generan gérmenes de vida que, empleados correctamente, no representan ilusión sino la fuerza de lo que deviene realidad.
Este hecho no sólo se refiere al proceso de la meditación sino también al del estudio. El término “estudio” significa aquí el proceso de interiorización y fortalecimiento de los pensamientos. Entonces no asimilamos un contenido que reflejamos separado de nosotros mismos y en cierto modo, de manera abstracta. Nosotros mismos nos convertimos en lo que pensamos, es el nacimiento de una autonomía plenamente consciente. Este proceso tiene hoy, cien años después del nacimiento de la antroposofía, una importancia decisiva. ¿Lograremos convertirnos en personas autónomas mediante la antroposofía como camino hacia el autoconocimiento en el pensar, sentir y querer? Entonces la antroposofía, es decir, nuestra propia naturaleza humana, el “antropos” se convertirá en nosotros en una fuerza moral propia. Si lo logramos habremos dejado sin efecto la ley de Mayer referente a la conservación de la energía. Entonces habremos pisado tierra nueva.
90 Steiner, Rudolf: Antropología general. El estudio del Hombre como base de la Pedagogía. 3ª conferencia, 23.8.1919. Obras completas GA 293. Dornach 91992, pág. 47.
Para aquél que fue educado a fines del siglo XX, este camino no es algo natural, sobreentendido, a no ser que ese camino le sea deparado por el destino. Por ello, es tanto más importante que los integrantes del cuerpo docente se ayuden recíprocamente para emprender ese camino. Pues el estudio de la antroposofía o del conocimiento antroposófico del ser humano es un camino para volverse consciente de lo que en realidad se piensa y se podría hacer. Pero es necesario encontrar las formas correctas para ello. Podemos experimentar que el diálogo en el cual mutuamente nos contamos cómo entendemos cierto pasaje de un texto o la vivencia de aún no tener acceso a determinado pensamiento, o la alegría de haber descubierto una asociación de pensamientos, constituyen una manera de trabajar más adecuada a la vida de la reunión de maestros que las “revelaciones” de aquel colega que “lo sabe todo”. Aquí tocamos las posibilidades sociales de un cuerpo docente que impiden o bien posibilitan este trabajo91. De todos modos, era la idea de Rudolf Steiner, idea que él mismo expusiera decididamente: El cuerpo colegiado es un continuo lugar de perfeccionamiento por propia gestión.92
Para los maestros de la escuela Waldorf Rudolf Steiner expone explícitamente el carácter de ese camino, dado que sin ese camino de los maestros, los niños y jóvenes no pueden vivenciar una perspectiva de desarrollo hacia una actitud social. Pues ésta nos convence en la práctica a través del ejemplo real, vivido y constituye, junto con la idoneidad individual, el segundo pilar de la educación. ¿Cuál puede ser entonces el carácter de semejante trabajo colegiado? Rudolf Steiner recomienda:
El maestro debe asimilar, comprender por medio de la meditación y recordar antropología; el recordar se convierte entonces en vida viviente. No se trata de un recordar corriente sino de un recordar que genera impulsos nuevos desde sí mismo. El recuerdo brotará de la vida espiritual y nuestro trabajo exterior se transformará en lo que será la tercera etapa: A la comprensión meditada le sigue el recordar creativo que es al mismo tiempo una recepción desde el mundo espiritual.93
La tarea consiste en ponerse de acuerdo sobre el proceso de trabajo aquí esbozado y en ayudar a que esta meta se logre.
Se necesita valor para entablar con los demás una relación sincera. De esta manera puedo llegar a comprender que el valor no sólo tiene que ver conmigo sino con el entorno. Este entorno físico o anímico también puede animarnos o darnos coraje. Lo contrario es el miedo. Este miedo lo puedo llevar dentro de mí pero también puede manifestarse como reacción frente al entorno. Sabemos que el miedo es un mal consejero. ¿Qué tiene que ver esto con la profesión docente?
Lo excepcional de la primera frase de la Antropología General, el estudio del hombre como base de la pedagogía, de Rudolf Steiner radica en el hecho de que la actividad anímica de la profesión (intelectual, afectiva) es ampliada hacia lo espiritual – ético: Mis queridos amigos, sólo lograremos cumplir con nuestra tarea si no sólo la consideramos como tarea intelectual – afectiva sino como una tarea ético – espiritual en el sentido más sublime94. Lo espiritual ético sólo puede existir si el alma pone todo su empeño por sostenerlo, es decir, si asume su responsabilidad por sus actos. Todos conocemos la diferencia entre mover algo pensándolo o también acompañarlo anímicamente, como por ejemplo opinar sobre algo o sostenerlo y hasta enseñarlo o bien asumirlo a través de la propia acción. En este último caso se siente que uno mismo es parte del proceso, que este proceso tampoco nos suelta al final del día, que uno se halla ligado al mismo. Es aquí donde necesitamos valor para la vida propiamente dicha y ánimo en la responsabilidad, justamente en esta profesión, pues los niños mismos son los que también a la noche ocupan nuestra mente.
Este motivo vuelve a aparecer, si bien en otra forma, al final mismo de la Antropología General, el estudio del hombre como base de la pedagogía, cuando Rudolf Steiner habla sobre el triple imperativo categórico del arte de educar:
91 Schiller, Hartwig, Configuración de las conferencias de maestros, Stuttgart 2000, además: Zimmermann, Heinz: Hablar, oir, escuchar, comprender en procesos de cognición y toma de decisión. Stuttgart 1997.
92 Steiner, Rudolf: El arte de educar desde la comprensión del ser del ser humano. 7ªconferencia, 19.8.1924. Obras completas GA 311. Dornach 51989.
93 Steiner, Rudolf: Antropología general meditativa. 3ª conferencia, 21.9.1920. Obras completas GA 302 a. Dornach 41993.
94 Steiner, Rudolf: Antropología general. El estudio del Hombre como base de la Pedagogía. 1ª conferencia, 19.8.1919. Obras completas GA 293. Dornach 91992.
Compenétrate con capacidad de inventiva,
ten el valor para la verdad,
agudiza tu sensibilidad para la responsabilidad anímica.
Es notable que en este contexto el valor sea unido a la fuerza de inventiva. Al final de la Antropología General dice: En la pedagogía del siglo XIX se tenía temor de moverse libremente en el pensar, porque se creía que con ello se acogería en el alma la mentira. Por ello, el maestro deberá agregar a la compenetración con capacidad inventiva que recién señalé, el valor por la verdad. Sin este valor por la verdad no es suficiente su voluntad en el desempeño en la profesión, especialmente frente a los alumnos ya algo mayores. Pero lo que se desarrolla como valor por la verdad, por el otro lado debe estar unido con un fuerte sentimiento de responsabilidad frente a la verdad.95
En el quehacer pedagógico aún estamos fuertemente arraigados en las formas de pensar del siglo XIX. Sentimos el miedo de activar la inventiva, la fantasía; sentimos hallarnos sobre terreno resbaladizo cuando confiamos en estas fuerzas en vez de contar con el apoyo de un bosquejo elaborado, de textos, de métodos, de ayudas didácticas. Todo esto es de valor pero nunca reemplaza al maestro que se nutre de su propia inspiración. A este panorama se agrega hoy en día el fenómeno de la enseñanza mediante la copia. Se puede defender la tesis de que hoy en día las actividades pedagógico-didácticas están más determinadas por la copia y la copiadora o por la presentación mediante “powerpoint” que por el contenido de la materia o por la situación del grado. En todo esto también se experimenta la cuestión del coraje.
¿Soy capaz de elaborar mi material didáctico de manera creativa a fin de que sea mi trabajo, mi camino hacia el tema, hacia los alumnos, sin violar la verdad pero original y fiel a mi mismo?
En este contexto quizás sea bueno señalar un detalle. Cuando al cabo de algunos años de funcionamiento de la Primera Escuela Waldorf, Rudolf Steiner observó el funcionamiento del mismo dirigiendo una mirada retrospectiva a esos años transcurridos, pudo elogiar todo lo que había mejorado dentro de la labor pedagógica. Sin embargo, formuló un pedido. Pidió a los maestros hacerle el favor de presentarse en clase ante los alumnos sin borrador, sin libro en la mano, pero hablando y actuando libremente.96 Siempre se podrá decir que esto perdió actualidad o que carece de importancia. Pero también podrá preguntarse si ese modesto pedido no evoca la pregunta por la imagen arquetípica del ser humano libre. Este hombre libre deberá ser visible por los alumnos cada día, también en cuanto a un detalle como este. Si un maestro no maneja su material didáctico libremente, el alumno podrá tener la siguiente sensación: ¿Por qué he de saber yo algo que el maestro tampoco sabe?
Hasta ahora hemos considerado la cuestión del ánimo en la profesión docente, enfocando las relaciones anímicas palpables del maestro con sus alumnos y su material didáctico. Cerrando el tema quisiéramos señalar otro aspecto que requiere valor.
Universalmente vive en la educación la máxima de que sólo se puede educar cuando nos educamos a nosotros mismos. La práctica diaria muestra que esto efectivamente es así: Si me enfrento con migo mismo, observo en mis propias experiencias lo que debería cambiar en cuanto a la enseñanza y al trato con los alumnos. Dicho con otras palabras: El enseñar puede acelerar el autoconocimiento. La pregunta no resuelta acerca del autoconocimiento, es decir la pregunta no reconocida: “¿qué depende de mí y no de los colegas o de los alumnos?” desembocará tarde o temprano en una crisis.
Pero no debemos olvidar que el paso hacia el autoconocimiento y hacia lo que yo debería encarar para cambiar, para transformarme, también es una cuestión de valor. Aquí tenemos el aspecto interior del valor, el conflicto con migo mismo.
Con un nuevo enfoque nos acercamos ahora a nuestra relación con la comunidad. En la imaginación el ánimo aparece como un resultado de la comunidad. Quien transite el camino esbozado más arriba, también se transformará para la comunidad. El paso valeroso hacia el autoconocimiento me hará más visible y más vivenciable como colega en lo que en realidad quiero ser. Un ser humano en continuo desarrollo.
95 Steiner, Rudolf: Antropología General. El estudio del hombre como base de la pedagogía. 14ª conferencia. Obras completas GA 293. Dornach 91992, pág. 203f.
96 Steiner, Rudolf: Conferencias con los maestros de la Escuela Waldorf en Stuttgart. Bd. 2. Conferencia del 6.2.1923. Obras completas GA 300 b. Dornach 41975, pág. 257ff.
La Sección Medicina y la Sección Pedagógica en el Goetheanum
La Sección Medicina y la Sección Pedagógica el Goetheanum pertenecen a las diez secciones de temáticas de la Libre Escuela Superior para la Ciencia Espiritual (Goetheaum) en Dornach, Suiza. Las secciones trabajan de manera nacional e internacional en tres niveles:
• En investigación, desarrollo y formación en el campo respectivo de trabajo y profesión.
• Coordinan las diferentes actividades y maneras de trabajo de las secciones y campos profesionales y tienen competencia asimismo con respecto al reconocimiento jurídico de nuevos desarrollos.
• Cultivan el trabajo de colaboración mutua no solamente de modo abarcativo de una sección a otra, sino también con representantes de la disciplina de la especialidad propia en el entorno académico, así como con representantes de la vida cultural, la política y la sociedad.
Es un propósito fundamental del trabajo considerar a las cuestiones religiosas y espirituales no tan solo como un “asunto personal y privado”. Estas preguntas por cierto tienen un significado científico-cultural y practico en la vida. Estamos acostumbrados, que el sacerdote o el maestro de religión ejerza su profesión “al servicio de Dios”. Esto empero no se aguarda de un profesional bancario, una hotelera, un granjero, un jurista, una maestro o un medico.
¿Qué diríamos empero frente a la propuesta de que también todas estas actividades son un servicio de Dios? ¿Quién reflexiona alguna vez, a que espíritu, a que intenciones, esta sirviendo en realidad mediante su trabajo diario? ¿Qué seria, si aquello que estamos llevando a cabo para la sociedad, lo hacemos a partir de una postura de que aquí no solamente se trata de “ganarse el pan”, sino de algo que estamos realizando “con el corazón”, algo, que hacemos con gusto para los demás? El integrar la espiritualidad a la vida cotidiana, y fecundizarla así para la vida laboral en lo científico, artístico, y en el campo económico-social, es una nueva misión esencial. La búsqueda de un camino espiritual y un trabajo mediativo, no solamente tienen el sentido de hacer avanzar al hombre individualmente en un camino evolutivo interior. Son al mismo tiempo, fuentes de fortalecimiento para el trabajo de todos los días, y pueden fecundarlo y orientarlo.
La Libre Escuela Superior para la Ciencia Espiritual, se siente comprometida con esta meta y con ella así mismo, las dos secciones profesionales de la Pedagogía y la Medicina.