martes, 19 de febrero de 2019

Tarea de una joven Eugenia Iwgieniva Hnatiuk: resera


Pequeñas historias que forman toda una imagen de la manera de vivir en una Ucrania cuyos agricultores, productores de trigo, realizaban sus tareas durante las estaciones del año y sus quehaceres agrícolas con inviernos de hasta 40º bajo cero.
Cada dascha, cada casa, tenía una vaca y según la edad los niños y las niñas eran pastores de productoras de leche. O sea reseros.  De mañana casa por casa salía el animal, conocía quien lo llevaría y todos tenían  nombre. y por el eran llamados . Molecka szaidé...Moleca salí ... que ya nos vamos. La calle principal veía la caminata de los animales y cada vez eran más los que pasarían el día en la campiña

La lectora y las vacas de su pueblo

Nicolai Petrovich Bogdanov - Belsky *Snitity, gobernación de Smolensk 6.12.1868 + en Berlin  19.2.1945  realizó muchas  obras de arte, pinturas de encanto de aquellas épocas donde la agricultura y el pastoreo convivían, donde la campiña y el bosque era de todos los que habitaban en el sitio, y allí se realizaba la vida, más aún la comunitaria, la compartida y cada uno realizaba su tarea. En el entre tanto se leía, se aprendía, se ejercitaba la lectura, que era la forma de continuar el aprendizaje, pues la escuela, en ese entonces, no llegaba más que al cuarto grado. 
Mi abuelo Iwgieni Hnatiuk agricultor, con conocimientos de herrería, sabía leer y escribir, por lo tanto  en tiempo de invierno, enseñaba,  era el maestro que el pueblo no tenía.. Y  notario, en realidad escribiente, hoy diríamos escribano tal vez, para toda la gente del pueblo. Ya que escribía las cartas de todo el vecindario, las privadas y las oficiales.
Al atardecer regresaba el grupo de su pastoreo y ya cada vaca sabía en que portal tenía que entrar y esperaba que la recibiesen. Y así "la ó el resero" y no de a caballo sino de a pie, dejaba la manada popular de puerta en puerta.. El viaje de regreso siempre era más rápido que la salida, un pequeño trote para llegar pronto al establo, al resguardo y a la gente, a los niños de la casa, quienes tenían la tarea de limpiar pezuñas, cepillar y hasta mirar bajo el rabo, si todo pasó en orden.





También este fue un aprendizaje de las jóvenes, costura, tejido y bordado...Y de esta manera se aprendía en conjunto esa tarea milenaria de adornar con punto cruz las camisolas de los varones, las blusas femeninas, los delantales de usanza típica de cada zona. Además por los dibujos que realizaban  podía reconocerse de que pueblo provenía la persona así vestida con tales bordados en su cuello, sus mangas, su cinturón que le daba al traje con su pantalón abuchonado, el toque de prolijidad. Una tarea compartida, comunitaria, donde un persona solía leer en voz alta mientras las demas bordaban.
Al día siguiente otra era la joven que leía y así se incluía la literatura junto a cada punto de la costura. Mi madre me relató que así leyó y escuchó de sus compañeras "El último mohicano" en ruso. Mucho antes de emigrar a la Argentina en 1939.
La Argentina dadivosa que se contirtió en mi patria y donde mi gente fue relatando sus hábitos y costumbres populares y de comunidad. La "Mudra",el consejo de ancianos, era quien decidía que
trozo de tierra le tocaría cada año a las personas. Sembraba cada uno lo suyo y cosechaban todos juntos para todo el pueblo. Muchas veces la mejor tierra la recibía una viuda que al no tener esposo debía ella sola salir de siembra y cosecha, donde antes habían sido dos. Al año siguiente era posible que la tierra que recibía para trabajarla no era tan buena, más así rotaban las parcelas y de esa manera todos sentían que era justicia.

La Loma, 19 de Febrero de 2019
Tatiana Antonina Vasilievna Czerniczyniec de Schneider, escrito a la usansa de mis antepasados inmigrantes.  Aquí los compañeros de mi padre en la carpintería en mi niñez solían decirme Basilia.









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