martes, 9 de febrero de 2016

El poema haiku. Los 17 haikus en "La cifra" (1981) de J. Luis Borges

Vuelvo a retomar el tema de "la enseñanza en imágenes" uno de los principios más importantes de la educación y de la educación waldorf en especial. El Dr. Martín Richter, ya fallecido,  en una ocasión en la cual varios amigos hablaban del desarrollo del alma consciente en nuestra era y además aquí en Argentina en especial, donde  Annemarie Öhring, hoy también fallecida,  expresó su convencimiento de que nosotros los argentinos aún vivimos intensamente el alma racional y el alma sensible en especial y para nada nos encontramos encaminados hacia la práctica del alma que debemos ejercitar en nuestra época: el alma consciente. El Dr. Richter replicó con su forma sencilla de dar respuesta con ejemplos prácticos y habló de Jorge Luis Borges como una clara personalidad que demuestra en vida y en su obra la presencia del alma consciente.

Esta anécdota trae a mi memoria de que manera podemos vivenciar esa alma consciente y a la vez percibir una enseñanza en imágenes. Simplemente podemos dejarnos llevar por ellas...

Borges vivencia la poesía oriental en el poema haiku compuesto de 5, 7 y 5 sílabas. Aquí en sus 17 haikus editados en "La cifra" podemos recrear una hermosa historia reflejada en imágenes.
Cada haiku nos relata un episodio y contiene la presencia del alma racional, del alma sensible o también llamada alma del ánimo y con certeza podemos percibir el alma consciente de este poeta argentino fallecido en Suiza.


Algo me han dicho
la tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

¿Es o no es
el sueño que olvidé
antes del alba?

Callan las cuerdas.
La música sabía
lo que yo siento.

Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tu recuerdo.

Oscuramente
libros, láminas, llaves
siguen mi suerte.

Desde aquel día
no he movido las piezas
en el tablero.

En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.

La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.

El hombre ha muerto.
La barba no lo sabe.
Crecen las uñas.

Esta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera.

Bajo el alero
el espejo no copia
más que la luna.

Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

La luna nueva.
Ella también la mira
desde otra puerta.

Lejos un trino.
El ruiseñor no sabe
que te consuela.

La vieja mano
sigue trazando versos
para el olvido.




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