Dos señores de edad descendían las escaleras que
llevaban al Salón de Actos o Aula Magna de la Escuela Paula Albarracín de
Sarmiento, hoy Escuela Rudolf Steiner, en Florida, Vicente López, Buenos Aires.
Parecían discutir y hasta bien
acaloradamente un tema. Yo iba detrás de
ellos y pude oír claramente como uno le dice al otro a plena viva voz y totalmente irritado “Usted, con su Rudolf Steiner, ya me tiene cansado”. Expresión que
acompañó con un gesto hacia la frente, como cuando decimos “me tiene hasta la
coronilla”.
Sin embargo en la sala se sentaron juntos y en las pausas los observé conversar muy animadamente y en sana
concordancia, sonrientes, casi diría afectuosamente, y yo no podía comprender
lo que había visto y escuchado en las escaleras. Y esta actitud fraterna de
ahora.
Quedé tan intrigada por este
comportamiento que denotaba una comprensión social de ambas personas inusual, hasta tal
punto que comencé a preguntarme ¿Quién era ese Rudolf Steiner nombrado, quién podía
lograr transformar una irritación semejante a ojos vista en armonía social?
Uno de los señores fue por años
profesor de música de esa escuela, el señor Gerd Bonwit y el otro. Juan Udewald, pertenecía a la comisión directiva
integrada por padres y maestros quienes conducían la financiación y economía de la escuela en aquel
entonces, en 1966-1967 Ambos ya fallecidos.
Muchos años después comprendí que ambos paracticaban una sentencia, escrita por Steiner, en el libro "La filosofía de la libertad" el cual regalase a Edith Maryon, artista plástica (Londers 1872,- Dornach 1924), sobre:
La moral ética
Sólo será sanador
si en el espejo del alma humana
se forma toda la comunidad.
Y en la comunidad vive
la fuerza del alma individual.
Muchos años después comprendí que ambos paracticaban una sentencia, escrita por Steiner, en el libro "La filosofía de la libertad" el cual regalase a Edith Maryon, artista plástica (Londers 1872,- Dornach 1924), sobre:
La moral ética
Sólo será sanador
si en el espejo del alma humana
se forma toda la comunidad.
Y en la comunidad vive
la fuerza del alma individual.
Era mi abuelo
ResponderEliminarGunter, así es la vida y recuerdo a ambos señores muy bien. Fui al sepelio del maestro Bonwit, antes de aquellos tiempos vendía hermosas fraadas de seda, una de las cuales aún tengo, La esposa de Juan Udewald aún vive en Martínez, ha perdido la vista y tiene quién la compañe. Respuesta de Tatiana Schneider
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