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Desde estos, metabolismo-sistema neurosensorio-sistema motor,
naturaleza de la música, estimuló Rudolf Steiner para que los maestros canten
con los niños y se ubiquen artísticamente en la “atmósfera de digestión de
un hato de vacas”.
“Un hato de vacas que ha pastado y está echado en la
campiña y ahora digiere – un digerir de todo un hato de vacas es realmente algo
maravilloso. Allí en la vaca está presente una copia del mundo entero”.
Este
sentimiento de sentirse bien, el maestro debe sentirlo en el interno
correlacionarse de los sonidos –los tonos—musicales al cantar con los niños.
“Así deben ustedes hacer vivenciar a los niños estas pequeñas dichas, deben
llamar en realidad a todo el sentimiento de la música en el organismo entero,
teniendo uno mismo justamente alegría en ello”.
El maestro eleva en su
sentimiento musical la sabiduría metabólico cósmica donde está basada la voluntad.
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Armin J. Husemann “El hombre que oye y la realidad de
la música” pág. 39/40
Es casi (...) falto de humildad decir que el hacer
musical-artístico en el hecho en sí está llamado a completar más y más el
mundo, a profundizarse más en el mundo y todo aquello que del orden cósmico ya
ha ingresado como el actuar musical-artístico, más o menos son intentos, a
pesar de la grandiosidad, de la genialidad en este quehacer musical-artístico.
Son intentos dirigidos hacia algo infinitamente más valioso en lo
musical-artístico del futuro, y este quehacer musical-artístico del futuro va a
recibir importantes estímulos, cuando los hombres se entreguen
a querer conocer la naturaleza del carácter del sendero de la iniciación.
Rudolf Steiner. Obras completas GA 275, pág. 63 f.
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