Si no me equivoco lo leí como una historia, y sé que es real. La
revista europea de la Comunidad de Cristianos tenía un espacio para las cosas
del alma, pero para las especiales donde los milagros están presentes, donde
los momentos decisivos tienen un valor de lo eterno humano casi angelical.
Un abuelo muy anciano vivía con su hijo, la nuera y un nieto.
También llegó el momento de partir y no se hace un viaje así sin ver a sus
amores, sin despedirse, sin decir algunas grandes palabras de consuelo, las
cuales nos acompañarán luego durante toda la vida. Serán las últimas, en el
sentido de oírlas verbalmente, luego, si amamos mucho, la oiremos en nuestros
silencios o se volcarán en nuestras propias palabras…
Así con las de Goethe a su valet “Más luz” y el anciano que le
acompañó durante gran parte de la vida, abre la ventana…y Goethe simplemente decía
lo que veía en ese momento de partir hacia su origen.
El nieto era pequeño, los padres dudaban si hacerlo entrar en la
habitación del abuelo, tanto el abuelo como el nieto querían verse, aunque
ninguno de los dos lo expresaba. El umbral estaba cerca, el abuelo desde su
lecho dice a sus hijos: Dejadle venir, me gustaría despedirme y quedad
tranquilos el estará bien cuidado, nos queremos tanto, será para bien.
Y así dejaron que el nieto entrase, y los dejaron solos, como
una premonición especial, y al cerrar la puerta la sonrisa del abuelo iluminó
su cara y a ellos los corazones plenos de confianza divina. Y los dejaron
solos.
Paso un tiempo, los padres temerosos nada oían aunque estaban
cerca de la puerta, ellos tampoco deseaban estar en quehaceres en esos
momentos, se espera con el corazón abierto…
El niño abre la puerta, con ojos brillantes, alegre, nada
pesarosos, una felicidad lo inunda “Mamá, papá, el abuelo se ha ido. Hablamos
de adonde iría y lo vi, lo ví ir hacia arriba, con mucha luz, sonriente, diciendo
que desde su estrella me acompañaría, me vería crecer y podría hablarle todas
las noches, en silencio, antes de irme a dormir, el me escuchará”
Los padres vieron el rostro sereno del anciano sobre sus
almohadas. Sintieron, más que recordaron, la sonrisa que aún recibieron
de él en vida, es la que desearon conservar, aquella que inundaba la cara del
abuelo al ver entrar a su nieto y con la que se despidió de ellos, los dos
quienes también le amaban. Por ello querían relatar para otros la ida del abuelo,
su sonrisa junto con las palabras del niño.
Ay Tatiana querida. Que maravillosa imagen pude recrear en mi alma. Muchas gracias por compartir!
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