Esto despertó en mí un hermoso recuerdo.
Con que esmero recuerdo ese cuarto con su escritorio, una mesa redonda y una silla antigua, donde a simple vista era su lugar de preparación de sus clases. El mantel largo llegaba hasta el suelo, el detalle femenino de tener los pies protegidos bajo la tela durante la tarea, con seguridad, como muchas maestras, tarea nocturna cuando la casa está en silencio y se puede pensar también con paz en el corazón en el día siguiente y recordar el anterior.
La mesa redonda recibía la luz de la ventana y esta luz llegaba sobre el brazo izquierdo, miraba hacia la puerta del dormitorio y sobre ella las fotos de cada uno de sus alumnos con nombre y fecha de nacimiento.
Antes de ir a descansar me senté en ese lugar tan especial, como irrumpiendo en un santuario muy personal, y me admiré pensando en que cada noche o durante cada tarea de escritura la maestra podía levantar la vista y ver cada rostro sonriente de cada uno de sus alumnos. Allí me di cuenta que la mesa redonda tenía bajo el mantel un estante con sus cuadernos y libros, una prolijidad digna de observar. después de la tarea, pensé, el pulcro orden antes del descanso nocturno.
Sobre la cabecera de su cama un cuadro que enmarcaba una tarjeta rosa del Goetheanum que tenía su nombre. Sobre la mesita de noche el Nuevo Testamento y el Calendario del Alma.
En esa sobriedad femenina tuve un buen descanso y hasta hoy llevo en mi memoria los rostros de los niños y la alcoba tan austera como la habitación en una hermandad.
Sabemos que Rudolf Steiner recomendó a los maestros la retrospectiva personal y también las de cada alumno. Alli a simple vista, estaban los rostros de los niños para recordar y pensar como fue la tarea del día, cómo se encontraba cada uno, sus vestimentas, quién no estuvo y quienes olvidaron sus tareas hogareñas...
Y así pensé que tener la fotografía de los niños en "Decora tu puerta" sobre la puerta del aula, es para que lo vea la escuela entera, pero aquí, en la alcoba antes del recogimiento nocturno, es para poder hacer el ejercicio diario de recordar, de repasar, de vislumbrar aquello que los niños cada día en sus continuos cambios y crecimiento nos dicen, nos anuncian y nos enseñan en la observación cotidiana.
Agradezco de todo corazón el haber tenido esa experiencia y ya hace tantísimos años, ahora el recuerdo de esa recamara es un recuerdo imborrable.
La Loma, Boulogne, Buenos Aires
Martes 4 de Septiembre de 2018
Tatiana Schneider
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