Para completar el tema que comenzamo aquí en La fuente inagotable, el cual contiene el ejercicio del ritmo en la recitación en la práctica escolar y corresponde a la crónica anual que entrega el maestro waldorf a cada uno de sus alumnos.
Llega a mis manos una experiencia maravillosa relatada por un papá, a la vez médico pediatra y médico escolar, con la preparación durante el verano de la capacidad de recitar del niño con alegría y con todo el valor. Le pedí su autorización para publicar sus sentidas palabras y me comentó que también se ha publicado este escrito en la revista Innata, reciente, nueva, la cual también se encuentra anuestro alcance en la red. Y de igual manera en www.medicosescolares.com.ar donde podemos hallar de su pluma y de traducciones de Ana María Rauh muchos temas relacionados con el saber, la enseñanza, el hogar, la vida en la escuela y la salud de nuestros niños.
EL LEMA DE NUESTROS HIJOS
Cada fin de año,
cuando ya nos preparamos para recibir el nacimiento del niño Jesús, nuestro
hijo recibe un regalo, el lema de la escuela. Es un regalo que fue preparado
por la maestra con toda su dedicación, con todo su interés, con todo su amor. A
lo largo del año fueron haciéndose una
imagen del niño, viendo sus talentos, viendo sus impedimentos, cuales tesoros
trajeron y nos los regalan día a día, y que cosas ellos traen como meta a
realizar. De allí, de esa imagen, de ese calor, de ese interés por la
transformación surge el lema, como el calor que ayuda a realizar sus virtudes y
otorga fuerza para vencer aquello que trajeron como meta a realizar. Y en un
momento tan especial como en la época de preparación de la Nochebuena, él lo recibe.
Y desde ese día,
cada noche antes de entregarse al sueño, de hacer su viaje celestial, el niño
lo recita.
En la etapa en
la cual entran los niños en el segundo septenio, hay un cambio muy importante
en como es el desarrollo del ser humano. Hasta los 7 años el niño recibe el
ritmo desde afuera y a través de la fuerza enorme de imitación, de las fuerzas
plásticas de crecimiento y desarrollo, forman su cuerpo de acuerdo al ejemplo
recibido desde afuera; el entorno es el alimento espiritual que nuestros hijos tienen
y de acuerdo a como sea éste, las condiciones serán más o menos propicias para
que la individualidad del niño pueda fortalecerse, tenga el camino allanado
para su desarrollo sano.
En el segundo
septenio las fuerzas plásticas de crecimiento y conformación del cuerpo, las fuerzas de la creación del instrumento de
la corporalidad anímica, comienzan a retirarse y son otras fuerzas espirituales
que comienzan a obrar ahora y ya no desde la cabeza, sino que se introducen más
al interior, obran desde el pecho, desde nuestro sistema rítmico. El niño se
convierte ahora en un músico, que quiere aprender a ejecutar su instrumento,
este cuerpo que con tanto esfuerzo y amor construyó y modeló durante 7 años.
Ahora, el niño no solo recibe ritmo desde afuera, el ES ahora ritmo.
Y el lema es una oportunidad maravillosa de apoyar
a este músico en ese aprender a tocar su instrumento, a apoyar a estas fuerzas
espirituales musicales en su obrar. La palabra (WORT, en alemán) nos crea y
luego se convierte en nosotros en
respuesta (AntWORT), y después hay que
ver si esa palabra es adecuada y está a la altura haciéndonos capaces de responder
(responsabilidad: VerantWORTung). A la palabra, al verbo le debemos que se realice
en nosotros la encarnación del Yo. El Yo se encarna con la educación del habla
en la sangre y se hace cuerpo.
Durante meses,
en las vacaciones de verano, en la
tranquilidad del hogar, en la calma de la noche, durante la preparación del
encuentro con su ángel durante el dormir, el niño junto a sus padres recita el
lema. Los padres, sus hermanos, sentados con tranquilidad, en quietud, con
recogimiento esperan que el niño se pare firme en sus dos pies, con el pecho
abierto, la mirada libre y amorosa dirigida a sus seres amados, y al llegar el
momento, comienza a recitar desde la profundidad interior el lema. El padre, la
madre están atentos, pues su tarea ahora es ayudar a transformar aquello que
comienza. A veces es recitado demasiado lentamente, a veces demasiado rápido,
bajito, fuerte, al principio no lo recuerda, entonces lo dicen en conjunto
hasta que es aprendido; como siempre el camino en la vida con nuestros hijos, es caminar juntos, hasta que lenta y
progresivamente vamos alejándonos, soltándolos, pero acompañándolos
en confianza y con el corazón, mientras ellos, cada vez más, logran transitar solos su camino.
A veces el niño
no tiene ganas de decirlo, entonces
podemos recordar con gratitud y veneración, de cómo el maestro con todo su amor
y dedicación preparó este lema, recordar el momento sagrado en la cual fue
entregado, cuando el maestro y el niño, tomados de la mano y con el encuentro
de sus miradas, el lema fue dicho por vez primera, entonces puede despertarse
la alegría de saber que pronto el podrá devolver todo esto una mañana, en la
escuela, a su amada maestra.
El lema no solo
es la imagen del niño, no solo contiene la fuerza de la transformación, tiene
un ritmo, una métrica, una forma de decirlo; el ritmo sana, el ritmo cura, el
decir el lema con ritmo ayuda al niño a aprender a respirar, es decir, ayuda a
esa individualidad a hacerse dueño de su cuerpo. Cuando inspiramos todo nuestro
cuerpo se llena de aire, se llena de esa alma que entra y obra en nosotros y al
recitar vuelve a salir, sale transformada, sale con nuestra esencia modelada,
es nuestra individualidad que sale y obra, sale y quiere decir al mundo quien
es, que quiere transformar al mundo, que quiere cumplir su meta, que a través
de su instrumento quiere tocar la más bella melodía.
Y allí está
ahora el maestro. Semana tras semana está afinándolo, frenando cuando hay que
frenar, acelerando cuando hay que acelerar, ayudando a expresar a esa
individualidad más fuertemente cuando el recitado es casi inaudible, ser el
sostén cuando por miedo no puede expresarse. Ayudando a pronunciar cada vocal,
cada consonante, de la mejor manera, aprendiendo a degustarlas, a acariciarlas,
a amarlas.
Imagínense, el
aula casi a oscuras, apenas se ve, entonces el encargado de las velas cumple su
cometido y la luz inunda el aula con sus rayos. Y en ese día de su llegada, ese
ser toma la decisión de ir hacia el frente, cobijado por sus compañeros y su maestra, camina solo hacia el frente.
Imagínense, es
un momento muy fuerte, que puede despertar en ellos inseguridades, miedos, pero
también despierta el valor de YO PUEDO, YO QUIERO, y no estoy solo, tengo mi
maestra, mis compañeros, mi ángel y tengo el amor de mi familia que me
acompañan en este momento tan sagrado y solemne. Y al dar vuelta y enfrentarse
hacia todos, recuerda todos esos momentos que vivió en la tranquilidad y
alegría de su hogar, con su familia y esto lo ayuda a pararse firme y fuerte,
tomar aire y con el acompañamiento de todos recitar el lema.
Al finalizar el
año no solo se lleva cada niño su lema, sino que se lleva consigo el lema de
todos sus compañeros. En el momento del recitar, no solo es el niño que recita
el lema quien llena el aula de esa melodía, todos los niños, pero en silencio,
lo recitan con él. Nosotros no solo oímos con el oído, oímos con todo nuestro
cuerpo y con cada palabra, con cada frase, con esa imagen que contiene las
virtudes de cada uno y con esa fuerza que conlleva la fuerza de la
transformación, cada niño que está escuchando vibra, resuena, incorpora en sí,
los regalos y las fuerzas de todos los lemas que día tras día, en forma de
ritmo semanal actúa en su interior transformando su exterior. Y es hermoso de
ver la importancia que ellos le dan, cuando al finalizar la mañana y van a sus casas, cuando se encuentran entre
ellos, buscan recitar los lemas de cada otro niño, buscan esas fuerzas, buscan
el amor que los ilumina cada vez que ellos los recitan.
MIGUEL AMADEO DA
GRACA BELCHIOR médico pediatra, médico escolar y padre.

de dos hijos.en la Escuela Waldorf San Miguel Arcángel.