domingo, 15 de junio de 2014

Destino. Compensación en la vida actual. Sus ojos. La carreta.

“Sus ojos, lo que más amo son sus ojos”

 “Si hay reencarnación, también debe haber karma –la retribución por el sufrimiento que hemos causado, y la compensación por el sufrimiento padecido, pero no necesariamente durante la misma vida”.

Estas palabras de Z, transcritas en la anécdota “Nosotros somos los afortunados...” y una conversación  con Estanislao, justamente hoy me hizo recordar aquel relato cuya fuente desconozco pero vale como ejemplo, para las palabras de Z.

Una joven frente al altar y en la iglesia fue abandonada por su novio. En aquella época del 1900 y aún en adelante, esto era un inconcebible desengaño amoroso,  el cual  pesaba fuertemente a la joven, en lo personal y en lo social, una vergüenza tremenda.  Tanto que decidió ir a consultar a Rudolf  Steiner sobre esta situación de destino a la cual  ella no podía sobreponerse, y casi ni soportar.
Se comenta que Steiner la escuchó atentamente y ensimismado sólo le preguntó ¿Dígame que es lo que usted más amaba en ese joven? Ella sin ninguna duda, ni titubeos, le respondió de inmediato: Sus ojos, lo que más amo son sus ojos.

A lo cual Steiner con toda cordialidad y delicadeza le asevera: En una vida anterior usted le hizo sacar los ojos a esa persona...y el abandono en la iglesia es una compensación en la vida actual por ese hecho.

La joven no necesitó más para comprender profundamente algo que intuía en su interior, y sólo necesitaba de una ayuda para asumir el abandono y su actual destino.


La carreta de equipaje en la estación del ferrocarril


Y como un recuerdo trae a otro. Aquí describo el relato de un joven que perdió un ojo durante un oscurecimiento, durante la guerra, mientras los aviones pasaban rasantes, y se sabía que eran bombarderos, mientras las sirenas aullaban para que las personas acudiesen  a protegerse en los refugios subterráneos. Tal situación impulsó al joven a correr, casi sin ton ni son por el andén del ferrocarril y en su loca carrera se topó con una carretilla de equipaje – en aquel entonces solían estar al borde del andén y a lo largo de las vías al término de la estación, justo antes de salir de ella.

Esas carretillas tenían manijas altas para poder empujarlas o inclinarlas desde arriba pues solían llevar mucha carga y muchas maletas. En su alocada carrera el joven no distinguiendo nada de su entorno se incrusta en un ojo justamente una de esas altas manijas. Siente un dolor inmenso y una lucidez increíble al mismo tiempo la cual le aclara sin ninguna duda, el por qué de ese tropiezo tan fuerte que le llevó posteriormente  a perder ese ojo. Recuperado de esa herida y de la pérdida, sin ninguna queja ya que lo considera un hecho de justicia divina, trata de recordar cuál fue su vislumbre de lucidez que le dio la comprensión de la pérdida de su ojo. Y el mismo escribe que aunque sabe fehacientemente que es justo lo sucedido, no puede recordar para nada la causa originaria, sólo vive ahora con el efecto sabiendo que el destino le otorgó una respuesta la cual él, como ocurre a veces con los sueños, no puede recordar más, para nada.



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