El niño desde su interior más
recóndito y en secreto busca respuestas a ciertas preguntas cuando está frente
a sus educadores, a sus maestros incluyendo
sus padres, educadores también.
¿Cuál es la orientación espiritual de mi
maestro? ¿Cómo siente mi educador? ¿Acaso
tiene una orientación espiritual? ¿Sabe el rumbo del viaje? ¿O al igual que yo
se mueve en la oscuridad y sólo tiene una mayor edad biológica? ¿Puede enseñarme algo, aquello que sea
decisivo también en mi vida o simplemente sabe un poco más que yo?
La doctora Micaela Glöckler
ha descrito en estas preguntas aquello que el maestro debe tener como guía para
su propio camino, para su búsqueda, para su aprendizaje cotidiano. Recibe preguntas
en secreto de sus niños, de sus alumnos, y hasta de sus estudiantes.
Son las mismas que él mismo
siendo niño se ha hecho y no recuerda por haber sido aún incapaz de formularlas
así. La vida y sus estudios, luego su profesión van llevándolas a la superficie. Va comprendiendo
que tiene que ser cada vez más profundo en su propia vida interior, para poder
dar respuesta a sus propias preguntas,
las más profundas que tiene, que con la vida crecen, y aquellas tan secretas que sabe que se le
formulan casi a diario, que ve descritas en los ojos de sus niños, de sus
alumnos, de sus estudiantes.


Los ojos de los niños aman,
admiran, esperan, confían profundamente, así como han confiado en sus ángeles,
que les han acompañado hasta el portal del descenso a la vida misma
Jorge Luis Borges finaliza su
poesía sobre El Ángel de la siguiente manera:
...
¡Señor! Que al cabo
de mis días en la Tierra
¡Señor! Que al cabo
de mis días en la Tierra
Yo no deshonre al Ángel.
La Loma, 14 de Septiembre de 2017
Las palabras inspiradoras las ha escrito
Amalia Gehrbassi desde Suiza en FB.
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