En la Revista Numinous fueron publicadas en 2017 las siguientes Reflexiones del pedagogo y docente Waldorf, una profesión dentro de sus tantos complementos a la formación educativa. Actualmente ha asumido la presidencia de la Sociedad Antroposófica en la Argentina en colaboración con un grupo con el cual trabaja y estudia intensamente lo correspondiente a la vida social de nuestra época desde el ámbito social y la educación.
Federico Halbrich durante un curso en San Juan |
Reflexiones sobre la Antroposofía
Federico Halbrich
La Antroposofía y su relación con quienes la estudian
Existe una actividad informal muy reveladora para hacer en ronda de amigos que estén hablando de la Antroposofía: consiste en escuchar sus primeras impresiones. Cuando uno tiene oportunidad de escuchar testimonios de diversas personas relatando sus primeras impresiones personales al encontrarse con la Antroposofía, suelen descubrirse algunas en común.
Una de las variantes es el de la persona que había estado buscando “algo para su vida espiritual” y que ahora por fin había llegado “a casa”, tras la exploración de muchos otros caminos; y que los contenidos de la Antroposofía ponían en palabras, imágenes o iniciativas justamente lo que su alma necesitaba expresar u oír. Estas personas tienen la sensación de que ya conocían a la Antroposofía desde un antes indefinido, y que no hay mucho en ella que les sorprenda o les parezca inverosímil; y, por otro lado, tampoco sienten una urgencia en apurar las cosas, porque cada persona llegará a la Antroposofía a su tiempo y poco a poco podrá ir estudiando hasta comprender o “recordar” en forma consciente lo que “ya sabía en el corazón”. Podemos, cariñosamente y con sentido del humor, describirlos como los convencidos naturalmente, entendiendo, sin embargo, que tras esta modalidad de encuentro con la Antroposofía vive una profunda realidad biográfica. La parte luminosa, la luz de este tipo de encuentro con la Antroposofía, es el fuego de la convicción que se expresa como belleza, paz y firmeza en el alma; pero, en contraposición, su sombra es el peligro de caer, sin querer, en la rigidez del dogmatismo, exigiendo bien intencionadamente a los demás a asumir su propia modalidad como la mejor: “que hay que sentir en el corazón primero y que las ideas vendrán después”.
Otro gran grupo se compone de personas que sintieron una enorme sorpresa, asombro, y hasta indignación, al enterarse de los contenidos de la Antroposofía. Sus primeras preguntas eran de la índole de “¿qué pruebas hay para todo esto?”; “¿cómo se fundamenta tal o cual dato?”; “las cosas que cuenta Rudolf Steiner, ¿son un delirio o son una experiencia real?”; “¿estoy en peligro de caer ante una sugestión masiva o adoctrinamiento?”. Estas personas suelen realizar un viaje apasionado dentro de la Antroposofía como fogosos estudiosos, y su rasgo principal es la honestidad cognitiva consigo mismos: no quieren auto-engañarse ni ser engañados, no les parece correcto entregarse a la fe ciega y profesar obedientemente, pero tampoco cerrar la mente en descreimiento ante lo desconocido o inusual; ambos gestos les parecen inadecuados para la esfera del conocimiento. Podemos, cariñosamente, describirlos como los estudiosos meticulosos. Su luz es la claridad del pensamiento conceptual y su capacidad de inter-relacionar; su sombra es el exceso de intelectualidad, porque a pesar de que se apasionan con las ideas, pueden llegar a ser muy mentales pero con carencia de imagen artística, calidez de corazón, veneración o aplicabilidad a la vida práctica.
Luego hay personas que rozan la Antroposofía diciendo “esto no es para mí en este lugar y en este momento de mi vida”, y siguen por su camino pero, sin embargo, reconociendo sus “frutos”. No les interesa de momento profundizar en la filosofía, la cual consideran innecesariamente difícil, pero avalan las iniciativas prácticas que surgen de ella. Muchas de estas personas mandan a sus hijos a escuelas Waldorf, consumen productos biodinámicos, se atienden con médicos de orientación antroposófica, etc. Se interesan por y apoyan sólo a aquellas partes de la Antroposofía en las cuales las verdades se reconocen por su aplicación práctica en el mundo. Podemos, cariñosamente, describirlos como los apoyadores prácticos entre los cuales se encuentran también un gran grupo de ampliadores del movimiento y colaboradores de las iniciativas derivadas de la Antroposofía. Su luz es el plasmar en la realidad y agregar valor en el mundo; su sombra es el hacer antes de tiempo, apresurarse, no saber esperar el momento propicio e instigar a la precocidad de las iniciativas.
Luego hay un cuarto grupo de personas que directamente no toleran a la Antroposofía, y dedican una buena parte de su tiempo y actividad a atacarla a ella, a su fundador, a las personas que la estudian y a los aportes culturales que se derivan de ella. Suele suceder que no la estudian con suficiente profundidad y, debido a ello, la malentienden y luego publican sus propios malentendidos como una caricatura de una Antroposofía a la que ellos luego atacan. También da la impresión, por las citas muchas veces extraídas de la literatura antroposófica en forma descontextualizada, que ellos estudian los textos en busca de puntos de ataque. Curiosamente, no se alejan de la Antroposofía, no les es indiferente, sino que permanecen cerca de ella criticando y difamando, sin percatarse de que por ocuparse y darle tiempo y trascendencia en sus vidas a temas antroposóficos, ellos mismos se autoincluyen como acompañantes enojados del movimiento. Podemos, cariñosamente, describirlos como los críticos detractores. Su luz es cuestionar; pero su sombra es su desconocimiento de la Antroposofía y su gesto destructivo.
Es decir que hay una gran diversidad de acercamientos a la Antroposofía (por ejemplo, estos cuatro “temperamentos” descritos): los convencidos naturalmente; los estudiosos meticulosos; los prácticos, apoyadores y ampliadores de las iniciativas; y los detractores anti-antroposóficos pero que permanecen cerca. Y seguramente hay tantas otras más como personas hay.
Pero una cosa se hace notable inmediatamente: el movimiento antroposófico no es una comunidad homogénea. Con el transcurso de los años, las personas irán transformando interiormente, en más o en menos, su vínculo con la Antroposofía, hasta llegar, inclusive, a cambiar de “temperamento” y actitud interior hacia ella, pero jamás se homologan las diferencias entre individualidades. Y es sano así. Siempre coexisten la discordia y la tensión seguida por armonía y conciliación y así sucesivamente. ¡Por eso no es posible “armar una secta” con toda esta diversidad! ¿Quién subyugaría a quién? Por eso, quienes insinúan que la Antroposofía es una secta, simplemente no perciben, la diversidad, la pluralidad y la libertad de expresión que existe en ella.
Dos citas de Rudolf Steiner ejemplifican su visión de cómo coexisten irremediablemente lo diverso y lo contradictorio en la realidad:
“En un mundo donde confluyen las influencias de individualidades que son independientes entre sí, es absurdo postular, e imposible que se dé en la existencia, la ausencia de contradicciones. El principio de la no-contradicción es un postulado abstracto que sólo conduciría al empobrecimiento de las ideas. […] La realidad sólo puede ser íntegra cuando contiene en sí tanto lo positivo como lo negativo, es decir, el mundo
contradictorio de la realidad” [1].
contradictorio de la realidad” [1].
“La capacidad de experimentar los contrastes con plena consciencia se constituye en el medio mismo para comprender al mundo en su forma verdadera. Allí donde los contrastes se vivencian equilibrados, allí reina lo inanimado, lo muerto. Allí donde hay vida, actúa el contraste desequilibrado, y la vida misma es la continua superación y a la vez la nueva creación de contrastes” [2].
Cuando Rudolf Steiner, autor de La Filosofía de la Libertad, fue abordado con la pregunta de si la Antroposofía era sectaria, su respuesta fue “Absolutamente No”, y que la prueba era, justamente, la Escuela Waldorf, por su carácter de promover lo universalmente humano: “Toda secta o grupo partidario tiene la intención de fundar una escuela sectaria para adoctrinar a los niños en su propia ideología. Pero eso es exactamente lo opuesto a la naturaleza de la Antroposofía. La Antroposofía sólo puede gestar instituciones que promueven a la humanidad universal; lo hace en forma natural. Las personas que todavía tratan al movimiento antroposófico como si fuera una secta a pesar de estos hechos, o son poco observadoras o simplemente malintencionadas, pues la Escuela Waldorf, aquí en Stuttgart, ofrece prueba positiva de que la Antroposofía se ocupa de lo que es universalmente humano” [3].
Sin embargo, no es esta expresa negación de Steiner la que constituye la prueba final, sino que es la realidad de las estadísticas mismas: en realidad sólo hace falta reparar en la pequeñez de la membrecía actual de la Sociedad Antroposófica respecto a la cantidad de alumnos egresados de las escuelas Waldorf. De haber sido adoctrinados sectariamente los alumnos de las escuelas, hoy la membrecía superaría anualmente el centenar de miles de graduados y familiares de las más de 2.000 escuelas existentes en el mundo. Sin embargo, la membrecía mundial de la Sociedad Antroposófica es apenas una ínfima parte de tal número.
Si los ex alumnos no se han hecho miembros es porque nadie les ha obligado a serlo. Y si nadie les ha obligado es porque no existe secta o influencia que haya subyugado sus pensamientos, sentimientos o modos de actuar en forma alguna.
Como corolario, ciertamente coexisten, dentro de la comunidad de personas cercanas a la Antroposofía, creyentes y no creyentes, dogmáticos y anti-dogmaticos, prácticos e imprácticos, teóricos y vivenciales, líderes y seguidores, cristianos, budistas, pintores, músicos…, y la lista continúa infinitamente, porque ¿qué es esto si no la expresión de que la diversidad de la humanidad no es interrumpida en el movimiento antroposófico?
Podrá suceder que algunas personas promuevan alguna forma de dogmatismo o sectarismo, según impulsos de la disposición caracterológica de las personas involucradas, pero dichas formas son absolutamente contrarias a la naturaleza de la Antroposofía, de su fundador y de todo amigo o miembro que valora el principio del individualismo ético: “Vivir en el amor a la acción y dejar vivir en comprensión de la voluntad ajena. Esa es la máxima del ser humano libre” [4].
Referencias
[1] Steiner, Rudolf. 19.11.1917, GA 178 .
[2] Steiner, Rudolf. Autobiografía, Cap. 22.[
[3] Steiner, Rudolf. 23.1.1923, GA257.
[4] Steiner, Rudolf. Filosofía de la Libertad, Cap. 9, GA 4.
[1] Steiner, Rudolf. 19.11.1917, GA 178 .
[2] Steiner, Rudolf. Autobiografía, Cap. 22.[
[3] Steiner, Rudolf. 23.1.1923, GA257.
[4] Steiner, Rudolf. Filosofía de la Libertad, Cap. 9, GA 4.
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