martes, 12 de agosto de 2014

La Divina Luna del Cielo Nocturno Azul y su Compañero Jade Celeste


Cuentan que en las antiguas tierras orientales, los dioses aún eran perceptibles para el ojo y el oído. Hoy todo hemos perdido, mas alguna señal el Cielo Estrellado conserva, aquello antaño sucedido.

Chang-O, la Diosa Luna de la Noche Azul en sus cuatro vestidos y sus cambios nocturnos, día a día, sola se sentía en la gran inmensidad. Las estrellas tan lejanas ellas. El Sol y la brillante Luna, tenían sus tiempos de mirarse a la distancia. Tan apartado él, tan solitaria ella en las celestes lejanías.

La Diosa Luna de la Noche Azul fue al Creador del Universo en el Palacio Celeste, le relató su pasar tan solitario, y este en comprensión le habló de tres fieles, ermitaños ellos, quienes se esforzaban por ganar la Gracia del Cielo Divino. “Te permito que desciendas a la Tierra, los visites, uno de ellos podrá entonces ser tu compañero, el que tú elijas”.

La Divina Luna del Cielo Nocturno comenzó su sendero, se convirtió al tanto en Peregrino, descendió al Valle de los Hombres  y comenzó su búsqueda: la de los tres ermitaños.

Pronto divisó al primer eremita, noble, su casa con puertas en sus goznes, protegida por una verja de hierro antiguo. Con su cayado se anunció, sólo se abrió una ventana, a ella se asomó aquel quien a gritos le dijo: “Aquí no damos albergue a pordioseros, cada cual en su camino” y con estruendo cerró... hasta las persianas. El Peregrino apenas alcanzó a ver un conejo oscuro, negro. Y debió seguir su camino, sin comer y sin dormir.

Al segundo día llegó a una segunda eremita, mas sencilla con techado de paja, se anunció y rogó albergue y pidió protección por esa noche. Un conejo gris le permitió entrar. “Pasarás la noche aquí, allí en el rincón tienes un jergón, pero no recibirás de mí, alimento, apenas tengo lo suficiente para mi mismo”. El Peregrino, nuestra Luna Celeste del Cielo Nocturno, se recogió sobre el vergel seco del jergón. Así pasó la noche, acuciada por el hambre y por el ramaje, maltrecha al amanecer. Y a la Aurora Luminosa en Todos los Colores, debió nuestra Luna seguir su camino, sin comida, mal dormida y sin el descanso reparador de la noche.

Al tercer día de camino, el Peregrino, nuestra Divina Luna Celeste del Cielo Nocturno Azul, casi no podía vislumbrar la eremita si no fuese que el ermitaño mismo, divisándolo de lejos se le fue acercando y le guió. Era un conejo blanco y le dijo: “Padrecito Peregrino, ven aquí a la entrada de mi pobre morada, tendrás donde reclinarte, un tronco talado al pie te servirá para descansar tu agotado cuerpo, como ves mi árbol hueco sólo tiene lugar para uno y éste te lo ofrezco para pasar allí la noche. Padrecito Peregrino, conversa conmigo y digamos nuestras ofrendas y oraciones, ellas nos alimentarán, otra cosa no poseo, todo tú bien lo ves.”

El peregrino cansado y hambriento no podía decir sus oraciones sólo murmuraba de hambre y de cansancio. Tal congoja sintió el conejo blanco acopiando valor dijo: “Padrecito Peregrino ¿Tú comes carne?” Y recibió por respuesta: “Sí, tan cansado está mi cuerpo, tanta comida preciso.” Nuevamente el conejo blanco volvió a preguntar: “¿Tú comes carne?”. E iba recogiendo ramas secas del alrededor cercano. El peregrino respondió: “Tanta comida preciso, tres días han pasado y estoy al fin de mis fuerzas”. El conejo blanco tenía ya un buen montículo de ramas acumulado  y volvió a preguntar: “Padrecito Peregrino ¿Tú comes carne?”. Este ya no soportó la pregunta y brusco contestó: “Cualquier cosa para saciar mi hambre y mitigar mi cansancio”. Antes que dejasen de resonar estas palabras, la Luna vio al conejo blanco en el centro de la pira encendida. Y tarde... ya fue.
Retomó la hermosa Luna Celeste del Cielo Nocturno Azul su figura y regresó al cielo. Fue hacia el Creador del Universo en el Palacio del Cielo Celeste, relatar deseaba lo sucedido, no haber podido dar salvación y volver sin compañero elegido.

Cuentan en la antigua India y hasta en la lejana China, y ahora lo relató yo aquí para ustedes para que sea perceptible para el oído y el ojo, la sorpresa de la Divina Diosa Luna  del Cielo Nocturno Azul al ver sentado en el regazo de Dios Padre, Creador del Universo, de los Cielos y la Tierra en el Palacio del Cielo Celeste, al conejo blanco.

El Divino Creador puso en mano de la Diosa Luna del Cielo Nocturno a su Compañero Jade Celeste. Y... todos podemos desde ese entonces y hasta hoy día, verlo, en las noches serenas cuando las estrellas empalidecen un poco, pues la Diosa Luna en su vestidura completa, resplandece serena y a todos muestra, sentado en su regazo, el conejo blanco.

                                                                          
Rudolf Steiner en una de sus conferencias dice que en las antiguas civilizaciones orientales ya se conocía la imagen del conejo y la imagen del sacrificio para la época futura, donde para Pascua de Resurrección tenemos el Jueves y el Viernes Santo, el sacrificio, la salvación de las almas y luego la benéfica bendiciente Resurrección.

En el Medioevo el conejo fue la imagen para el neófito, aquel que inicia un sendero de perfección.
Una maestra Waldorf encontró en la literatura de Oriente esta leyenda y se publicó hace varios años en el semanario “Das Goetheanum”., de Dornach, Suiza.

Luna llena en el hemisferios sur. .Octubre 2017
Y acabo de recrear el relato de esta manera en versión castellana.
Tatiana Schneider.    Buenos Aires, Viernes 26 de Marzo de 2007.


No hay comentarios:

Publicar un comentario