jueves, 2 de febrero de 2017

Un fuelle, un atizador maravilloso

Un fuelle maravilloso

Antiguo de madera y cuero para atizar el fuego en la chimenea, los hay de diferentes tamaños y también se solían utilizar para mantener un fuego ardiente en la fragua.


Una de esas piezas fue de pertenencia de la señorita Eli Lunde, maestra Waldorf. Quien en una ocasión especial  lo obsequió  a tres educadoras, para la nueva escuela y para recuerdo. Aún venía este fuelle de Noruega donde durante  el frío se  necesitaba azuzar el fuego para que cunda la calidez humana.

Para  la escuela comprensible, siempre puede tener uso avivar el fuego  y para recuerdo es para no olvidar que cuando las cosas sean algo difícil en la Pedagogía Waldorf, puede ser sólo un rescoldo y hay que volverlo a encender con todo empeño y con ayuda de este instrumento, darle el poder necesario para que vuelva a surgir la llama de la educación del futuro.

Cada año de egresados del profesorado  se encuentra este artefacto sobre los diplomas a entregar.  Muchos alumnos y futuros maestros lo conocen de haberlo visto diariamente, todo el año, cuelga cual cuadro en la secretaría del Jardín de infantes, lugar acogedor donde también se reciben a los padres y a las visitas. Más de uno debe haberse  preguntado  por qué está allí, para qué se usa, porque tiene un lugar que enseguida se nota: es un lugar de honor y , donde imprescindiblemente muchos pasan o se sientan a conversar, o son llamados en el día de su cumpleaños para recibir aquí en secretaría, algún saludo especial, tal vez con el pedido  de cuéntanos algo de tu vida,  y la calidez de la escucha llega al corazón del que habla.
Así  hace muchos años también yo fui invitada a relatar mi historia personal,  parte de mi vida y recibí el relato del fuelle con todo corazón, pues cada día se trata de encender la llama para que sea fuego toda la vida en el alma de nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros  alumnos Y en el nuestro  en su propio elemento el de encender la llama que durará la vida entera.

En el año 2016 puede escuchar nuevamente durante la entrega de certificados el relato de este instrumento que cada uno de nosotros lleva impreso consigo de tanto verlo al pasar y nuevamente se puede sentir que efectivamente puede sólo con el relato avivar la llama que deberá ser llevada encendida para tiempos futuros.

Y también recordé que este fuelle en la escuela San Miguel  Arcángel cuando fueron sus comienzos, en la Calle Ituzaingó de San Isidro, frente a la Catedral  y aún las aulas poseían salamandras era muy usado durante todas las mañanas en cada salón de clases. Así resulta ser un soplo con larga historia.
Para el fuego del entusiasmo de la enseñanza, de la dedicación al aprendizaje, de ir aprendiendo de la vida para dar alegría con el conocimiento y el saber a todos aquelos quienes a su vez deberán llevar al aprendizaje hacia la vida, la diaria y la del porvenir. Un legado: el azuzar la llama con alegría.

La Loma 2 de febrero de 2017
Tatiana Schneider

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