La Pietá
Debiéramos ver las fotografías que se realizaron de La Pietá
de Michelangelo Buonarotti últimamente. Mejor dicho hace dos o tres años,
cuando se le permitió a un excelente fotógrafo retratarla desde diferentes
ángulos, hasta desde aquello que no nos es tan factible de ver, no sólo desde
los lados, sino desde arriba y de cerca todas las expresiones de ambos rostros.
Y aunque ya en su época se le dijo a Miguel Angel que no
podía darle a ambos rostros la misma juventud y su respuesta fuese que el
verdadero amor rejuvenece a las personas es La Pietá un enigma evidente.
Pues lo oculto es siempre también lo manifiesto. Solo
podremos a su vez comprender el nombre que lleva esta escultura si conocemos
los relatos de Wolfram von Eschenbach (1170?- 1220?) y Albrecht von Scharfenberg (+ 1271) sobre las diferentes Gestas del Santo
Grial, sucesos reales en el siglo VIII.
Aquí se trata de dos personas, ambas muy enamoradas, que
iban camino al encuentro del Rey Arturo, da igual si fuera Carolus Magnus, a
pedirle anuencia para su boda, ya que ellos pertenecían a diferentes ámbitos
sociales, ella era una princesa, Sigune, sobrina de Herzeloyde, quién la crió y
educó desde la muerte de su madre, aquella quién fuese también en su juventud
portadora del Santo Grial.
Él, Schionatulander, el bello de la comarca, fue escudero de
Gamuret, esposo de Herzeloyde, muerto en batalla en el Oriente, y ahora era administrador
de los campos del condado de la reina
Herzeloyde.
Herzeloyde educó a su hijo Parsifal fuera de la caballería,
fuera de la profesión de los caballeros andantes de aquel entonces, no quería
perder a su vástago como ya había perdido a su esposo. Llamaba a su hijo Mon fille y Mon bon
fille de manera que el joven no supo nada de su estirpe ni de su
ascendencia. Sí. fué enseñado en la fe y en Dios, en la bondad y el bien,
aunque sin saber de la muerte hasta que aprendió que terrible es la muerte de
un pájaro bello en su vuelo, un cisne, que recién allí canta por primera vez y
bellamente hasta morir, cuando Parsifal lo atraviesa con su flecha.
Parsifal, el que cruza por el centro el valle, así dice su
nombre, ve por primera vez a caballeros en el linde del bosque con su comarca y
se postra ante ellos creyendo que son Dios, tan bellos son en su vestimenta, en
sus armaduras brillantes al sol y sobre sus corceles. Que pide, posteriormente
cuando le aclaran que no son Dios sino sólo caballeros, pide, ruega a su madre
ser caballero él también. La madre pesarosa le da un jamelgo por cabalgadura y
lo viste con burdas ropas de arpillera, aquellas que delatan al que las lleva,
él no está en sus cabales, es un loco andante.
Y así sale al mundo Parsifal con intención de ser caballero,
en tanto su madre cae muerta en la despedida mientras
le ve perderse en la lejanía.
Su madre le ha dado algunas indicaciones, el respeto a Dios,
a las iglesias, su comportamiento frente a las damas quienes merecen ser
honradas y ellas serán las que pueden otorgar una prenda a su caballerosidad y
respeto, una cinta de su traje para adorno de su lanza o un anillo de su mano
por la adoración virginal que ella reciba.
Inmerso en estas rápidas enseñanzas al partir, llega
Parsifal a una tienda de campaña donde vislumbra dormida a una dama, sin
despertarla se inclina y le da un beso, ella temerosa al verle extiende su mano
y él le quita el anillo como prenda por su respeto. Sin ver que llega el esposo
y a la vez conde en la comarca vecina a la suya, además enemigo de su madre,
quién es viuda, al querer avasallarla y poseer su castillo.
Parsifal continúa su senda sin echar una mirada atrás, él
sólo desea cumplir su meta, ser nombrado caballero. Ya posee su lanza y ahora
su distintivo es el anillo.
Sigune y Schionatulander están también en camino y ven salir
de la espesura un perro braco con una cinta al cuello bordada de oro y piedras
preciosas, distinguen que tiene una escritura y Sigune desea leerla y le pide a
Schionatulander que le alcance y se lo ruega como prenda de amor. Entra el paladín
en el bosque sin sus armas y al instante Orilus le enfrenta, pues el braco es
suyo y el joven de la campiña está en sus propiedades, por ello le agrede, y
mata al desprevenido y desarmado joven Schionatulander. Además se cree en derecho
pues su esposa fue mancillada, aunque ella diga lo contrario, él no cree en sus
lamentos, donde ella asevera haber perdido sólo el anillo. Schionatulander
muere en lugar de Parsifal.
La Pietá es imagen de este suceso, es un saber que en las
cofradías artísticas circulaba de boca a oído, son Sigune y Schionatulander.
Sigune ha lavado las heridas, ha preparado el cuerpo de su amado para la tumba
de piedra que ella cuidará en la eremita hasta el fin de sus días, será la
esposa pura, el amor límpido y fiel aún después de su propia muerte, pues comprende
que él ha logrado el escalón de la
iniciación de aquel entonces, ha cruzado el umbral al mundo espiritual y esa
iniciación en todos sus pasos está descrita en el bordado de la cinta al cuello del braco, del perro
de caza del conde Orilus. Ella recibirá una vez cada sábado el alimento que le
envía el Santo Grial, con Kundrie, la Surzierse. Sigune claramente lleva ropas
de viaje, hasta su manto de lana está sostenido por fuertes ataduras sobre su
pecho y en una de ellas las palabras
grabadas en la piedra Michelangelo Buonarotti facit.
Si pudiésemos ver detrás de la cabeza reclinada hacia atrás de
Schionatulander, bajo el gran mato de viaje hacia el frente, veríamos parte de su armadura: su
escudo de armas y su espada... Si pudiéramos ver sus rostros de cerca veríamos
que el rostro del difunto no lleva ninguna herida, como las que produciría una corona de espinas, su rostro es sobrio y
con una barba de uso de aquella época carolingea.Tampoco se encuentra su herida
al costado que sería la infligida por Longinus a Cristo, ni se ven marcas de la
flagelación acaecida en sus brazos ni piernas. Una figura sumamente bella hasta
en la muerte y será venerada por Sigune durante su vida. La piedad amorosa estará
en su alma por el resto de sus días terrenales.
Dos veces pasará Parsifal por la eremita, ella le dirá su nombre y su estirpe, él la reconocerá como su prima, aquella de los juegos en su niñez. También ella le reprochará no haber hecho la pregunta para la salvación del Santo Grial y para la sanación del rey del Grial, su propio tío abuelo Anfortas.
La segunda vez que Parsifal pasa por la eremita coloca en la
tumba de piedra junto a su paladín a ésta su prima, a la que encuentra muerta
en oración frente al altar.
Ahora sí sabemos que La Pietá lleva su nombre con suma
justicia Sigune venera a su amado hasta
después de su propia muerte, desde que le tiene en sus brazos y le prepara para
ser amortajado y resguardado en la tumba de piedra, en el altar de la eremita,
donde ella por su pedido por una prenda de amor, le velará con el suyo en sus
noches y en sus días, hasta más allá del final de ellos.
Bibliografía
v. Eschenbach:Titurel, fragmento
v. Scharfenberg: El joven Titurel (1260-1275?)
La epopeya de los Cantores de Wartburg
R.Steiner, Obras completas GA 149, conf. 1.1.1914
La Loma, 18 de Diciembre 2017
Tatiana Schneider
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