Los niños crecen y para Navidad notamos la gran diferencia. Un relato de su papá. Mateo encontró su obsequio de Nochebuena antes de tiempo y este era una pista para automóviles en miniatura. El papá consiguió convencerlo que lo devolviese, y lo dejase allí donde lo había encontrado, todo esto después de un cierto esfuerzo Mateo lo volvió a guardar.
Para Nochebuena y bajo el árbol navideño Mateo
encuentra nuevamente la pista y
completamente sorprendido dice: Se parece a la que encontré, sí, se parece,
pero ésta es la que
yo deseaba! Su deseo también
había sido un balero, lo deseaba y también
se encuentra al pie del árbol. Y ahora ¡sorpresa! hay un tercer regalo de una tía y es un juego de encastre, un Rasti, lo recibe y rápidamente
se lo da a su primo más pequeño quien, a su lado, ya miraba el juego con cierto
deseo. Tóma, dice, yo no lo necesito, es tuyo, puedes tenerlo
para jugar.
Papá piensa un rato en esta respuesta la que le parece
increíble y luego de la reflexión llega a la conclusión que Mateo dice lo
correcto, él no lo necesita ya tiene un juego semejante, un Lego, y su verdad
es absoluta: yo no lo necesito.
Yo quiero agregar al episodio, Mateo sintió inmediatamente
el deseo de su primo más pequeño, los niños son solidarios por naturaleza después
de haber pasado la etapa aquella donde todo les pertenecía y lo entregó de
corazón: yo no lo necesito, sabiendo interiormente: a ti te gusta y yo ya
tengo.
Cuan diferente sería el mundo si supiésemos contentarnos con
aquello que tenemos, que recibimos, y no desearamos todo aquello que nos
ofrecen hasta el cansancio con las publicidades para las Fiestas Navideñas.
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