En un block de notas una joven huésped, A. V. M. , ya hace muchos años, nos
dejó 17 poemas y sobre la cubierta de
cartón marrón claro pintó once estrellas doradas, tres más grandes, cinco
iguales y tres más pequeñas. La tapa tiene que estar iluminada para verlas o debe darle la luz del día desde la ventana. Entonces como mágicas se
pueden vislumbrar, sí, claramente...aparecen...
La primera hoja dice al pie Para Tatiana y Wolfram con cariño A. y su firma son líneas
doradas, el contorno de una estrella.
Las hojas no están numeradas pero las he contado y la sexta
dice lo siguiente:
“Cierro los ojos y se diluye
el universo, como derritiéndose
entre el viento.
Rompo los sueños que
se alojan
en el alma, y los trago como
una cápsula de tiempo.
Y si retrocedo hoy no lo lamentaré
nunca.
Suplico entre lágrimas el silencio
más audaz.
No corrijo mis acciones, porque
las merezco más que nadie.
No lamento el dolor que hoy
corre por mi pecho.
Y soy yo, no el sol, y soy yo.
No soy.”
Durante un tiempo sé que deseaba estudiar la fotografía relacionada a la escena. Tal
vez, no lo sé, deseaba ser ella una
estrella. Durante algunos años recibí alguna que otra foto. Ella misma
reflejándose en un escaparate, sus padres frente a sus puestos de trabajo, su
madre sonriente en la cocina, delgada, con su delantal blanco, su cabellera
oscura y su rostro hermosamente risueño. Su gata y gatitos. Ella con niños de
campamento o de paseo y siempre los niños sonrientes. Una tablista en la costa
del océano Pacífico Una alegría natural.
Ah! dos seres viven en
mi alma, como dice un verso de Goethe 1749 - 1832 , mejor dicho que Goethe ha escrito como suyo en 1815, pero hoy se sabe que lo ha
escrito uno de sus tantos amores, y si no
equivoco el amor, ella tenía esposo, pero él la adoró toda la vida, por inalcanzable.
La poesía lleva el título Gyngko biloba. Un árbol
antediluviano cuyas hojas dan la impresión de una hoja aguja aplastada y
marcadamente se le notan dos partes , sin embargo es una sola hoja, ella.
Escribo esta poesía "Cierro los ojos y se diluye..." para un joven de veinte y dos años, quién la comprenderá muy
bien, etapas de la vida en semejanza. A. V. M. pertenece a la familia donde
durante un tiempo vivió en Lima el joven Manuel Alba, quién falleció en Africa,
tan joven. Aquel que apuró su vida, aprendiendo, viajando, pues ella también se
le iba.
La amistad fue profunda entre
cuatro amigos de toda la vida
parecía y si observamos bien hasta el
más allá. Pues a decir del Cura Brochero “
He podido pispear que viviré siempre
siempre en el corazón de la zona occidental, puesto que la vida de los muertos
está en el recuerdo de los vivos.”
La Loma 29 de Enero de 2017
Tatiana Schneider
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