Amaryllis belladona
Verano. Camino a la playa, hacia
el sur de la provincia por la ruta de la costa de Buenos Aires, hay una
tranquera y un alambrado de púas como
buena entrada de una antigua estancia que llega con su terreno hasta el mar.
Con qué gusto he pasado por allí todos los años cuando Wolfram conducía hacia
nuestras vacaciones. A Valeria del Mar, nosotros decíamos al Nitra, tranquilo
amplio cercano a la playa, poco para caminar y ya ver la arena, las olas y el
amplio azul, tan igual en el horizonte, donde no se sabe donde comienza el
cielo. Y allí está azul seda.
O hacia Ostende, todavía un antiguo hotel
renovado y hoy con un restaurante en la
propia playa. Ambas playas tranquilas después de las dunas y amplias y largas
para caminar hasta Villa Gesell, o Cariló. Si a
uno le da el gusto, con buen sombrero de ala ancha para “no pelarse” la nariz
por el sol ardiente. También sin olvidar la camisa de mangas largas y un
pantalón liviano pues las pantorrillas pueden sufrir como la nariz.
Hemos visto en todos estos años. Cincuenta
y tantos, crecer las playas, los hoteles, los pueblos con gente que se ha asentado allí, tienen trabajo y construyen sus casas. En el
verano van a vivir “al fondo” y adelante su propia casa, la alquilan. Con ese
extra pintan, agregan otra habitación, hermosean el fondo, para estar más cómodos el próximo
verano.
Pero yo quería hablar de la
tranquera, le pedía a Wolfram que pase lento, pera ver junto a los alambrados las bellas hileras de
Amaryllis belladonna y hasta nos dijimos la
próxima vez que vengamos no tenemos que olvidarnos de una palita.
Ayer y ya antes ayer han
comenzado a florecer en nuestro jardín,
parecen crecer por minutos cuando ha llovido y aprieta el calor, los bulbos
pelados dejan paso a un tallo y sobre el tallo se abre la belleza. Cuantas veces
recuerdo al Ángel de la Anunciación cuando las veo enhiestas y me sorprenden
sus muchas flores rosadas mirando al frente, en nuestro jardín y en nuestra
huerta mirando al Norte, hacia el calor...
Ahora solo tenéis que hacer uso de vuestra propia imagen: la tanquera a vuestro gusto, de madera, de hierro, o
simplemente vieja tranquera de marco y alambre, ancha para dejar paso a un
camión cargado de animales, el alambrado a los dos lados de ella y solo esos
tallos llenos de flores rosadas a lo largo de los alambres, nada verde salvo un
poco el suelo, pues allí hay bastante arena por doquier o es como este suelo
que veis aquí de piedrillas o de conchillas traída de la cercana costa.
El patio de la escuela Waldorf San Miguel Arcángel , aquí en Villa
Adelina y no muy lejos de mi casa, es blanquecino , está lleno de conchillas ya
en partes muy molidas por las corridas
de tantos niños. Cada vez que voy a presenciar una obra de teatro, un concierto,
el coro de la escuela , o “La flauta mágica” de Mozart representada y cantada
por los niños y por el coro de los padres, cuando camino por ese patio, tengo presente las Amaryllis
belladona, que están allá en la estancia cuyo terreno llega al mar, mientras
aquí están las conchillas que vienen de allá, de aquellas las playas del sur de Buenos Aires mas allá del estuario del río Samboronbón., que desagua en el mar. en realidad en el Océano Atlántico aún sobre la plataforma submaria de la República Argentina.
La Loma, al anocher, 16 de enero 2017
Nina Czerni
Me encanta esa flor, yo la veia cuando ibamos a Uruguay a la vera de la ruta, y tbm con la intensión de llevarme algún bulbo de recuerdo.
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